La intensidad del acontecimiento: escrituras y relatos en torno a la performance en Chile

69 Sincronizando el arte con la manifestación política; con las velatones, con los desplazamientos de masa, de muchedumbres desesperadas, agitando el cuerpo porque pensaban que perdían mucho, sin saber que de esa, en esos pequeños movimientos, componían la convulsa performance de la época: habría que agregar esa memoria actuada de manera performática al recuerdo “oficial” de las performances de Leppe, y a las instalaciones de Lotty Rosenfeld, de Gonzalo Díaz; a las acciones de arte del CADA y en general a toda la estética ochentera. En los años 90, con la Posdictadura, la relación arte y política toma otra dimensión: la recomposición del cuerpo con las heridas no restauradas de la pasada década ante un formato que se cierra ante el pasado, silenciándolo y pretendiendo una alegría ante el Neo Liberalismo y ante la sociedad que comienza a pactar un orden “otro”, que intenta plantearse distinto a la dictadura y que, desde las políticas culturales oficiales intenta prescindir del simbólico desgarrado y opaco de las pasadas décadas para intentar la fiesta de los significados transparentes y comunicables, propia de la Transición a la Democracia.. El Nuevo Orden quiere cerrar la puerta al pasado, pero éste lo golpea en la figura del duelo, El Nuevo Orden se vale del ideologema moralizante de la familia y la religión; pero lo hace frente al cadáver de la historia de los años 73 al 89; entonces ante esta esquizofrenia de rictus duales y peregrinos, el país estalla en una depresión y una disociación pocas veces vista. Surge una juventud exigente y molesta, desconforme con el sistema político y con la instalación del Mercado y sus excesos. Así, la performance que irrumpió en el rito callejero de los 80, se cierra. Queda entonces por preguntarnos cuál es el sentido de la performance hoy y cómo definirla. Escritura del cuerpo que se formula como página o texto que produce su ritual escribiendo en sus actos la tensión insistente entre la historia pública y el desgarro privado. El cuerpo como metáfora de la calle; como Significante de la memoria activada y puesta en un presente en que los espacios se articulan para vibrar en una respiración que logra, cuando es eficaz, contrarrestar la amenaza tanto de la dictadura como la no menos opresiva consigna de olvido y desvío en la posdictadura. Eugenia Brito

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