La intensidad del acontecimiento: escrituras y relatos en torno a la performance en Chile
55 La autonomía de la representación es posibilitada por la operación de la sustitución. Como ya señalábamos, no se da nunca una relación (de percepción o conocimiento) inmediata de “la realidad”, sino que el sujeto requiere un proceso de identificación de lo Real; requiere, pues, saber “qué es eso”: requiere un representante . El signo no corresponde ante todo a la supuesta función secundaria de comunicar a otro una “idea” acerca del mundo, como si anteriormente el sujeto hubiera sido “tocado” por lo Real mismo y se hubiese hecho inmediatamente a continuación una representación de éste, sino que el signo hace posible la constitución misma del sujeto. Es decir, la posibilidad de “comunicar” la experiencia de lo Real es la condición de dicha experiencia. Esa posibilidad intersubjetiva opera como el fundamento de la comunidad a la que pertenecerían tanto el emisor como el receptor de la “experiencia que se “comunica”. La intersubjetividad se constituye, pues, en tanto que comunidad logocéntrica ; esto es, que en la idealidad de sus relaciones de sentido, existe separada de la caótica materialidad desde donde ha surgido ese orden de comunicación. La subjetividad nace a la vida autónoma con el olvido del caos de los cuerpos. El caos desaparece en el espectáculo de las identidades y diferencias, y cuando el arte participa de la elaboración estética de lo “excepcional”, entonces colabora con la despolitización de las representaciones de la realidad; es decir, elabora el “olvido” de lo Real en el mercado de las imágenes. Por el contrario, cuando la emergencia del cuerpo en la representación transgrede o desborda la lógica de la sustitución, la comunidad logocéntrica resulta alterada. Porque el sujeto “espectador” ha sido tocado como sujeto precisamente en tanto que nacido en una comunidad que había “olvidado” el caos y con ello la violencia que anida en su propia historia. La performance en este caso “interrumpe” la comunicación cuando recupera la intensidad de las significaciones. Hoy Chile parece vivir el clima social de un país despolitizado, fenómeno que sintomatiza la falta de una “cultura crítica”. Esta despolitización consiste en la dificultad para generar e instalar en el espacio público debates que involucren a diversos sectores de la ciudadanía, debate desde donde surjan distintas miradas y proyectos que se disputen el futuro del país. Me refiero a una crisis o agotamiento de la esfera de la representación en la sociedad, como Sergio Rojas
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