La intensidad del acontecimiento: escrituras y relatos en torno a la performance en Chile
51 En cualquier caso, en la performance el cuerpo operaría como un signo que “señala” ante todo su propia dimensión significante: el cuerpo como el frágil soporte del sentido. Pero también, y ante todo, como la fragilidad misma del sentido, la inquietante estatura corpórea, orgánica, de la significabilidad. ¿No sería acaso éste uno de los rendimientos más importantes de destacar en la performance? Me refiero a la fragilización de los idearios que organizan el modo en que habitamos el mundo, para protegernos del caos que acecha a la institución de nuestros imaginarios. Creo que esa fragilidad, mucho más acá del arte, acontece cada vez que asistimos a la relación interna entre las ideas y los cuerpos. A diferencia de una “acción de arte”, la performance genera un espacio/ tiempo a partir del procedimiento corporal que ella lleva a cabo. En los 70’ la performance se caracteriza por extremar las posibilidades de lo que cabía denominar “arte”, lo cual significa conducirse precisamente hacia los límites de la representación. La pregunta que nos hacemos es la siguiente: si el arte abandona el ámbito de la representación, ¿sigue siendo arte? Y ¿qué es lo que señala o marca ese límite? ¿Cómo se “contiene” una operación del lado interno del arte? La condición requerida para que algo haya devenido signo consiste en que ingrese de alguna manera en el ámbito de la representación. Esto implica reconocer en ello el desdoblamiento interno en virtud del cual podemos comprender que “esto significa eso otro”. En efecto, todo signo es siempre un mediador cuyo poder de significación opera por sustitución . Ahora bien, el cuerpo de la representación se ve alterado cuando la significación es algo que está sucediendo , porque entonces se constituye como un imperativo en la subjetividad del espectador, que por lo mismo durante un instante no sabe muy bien “de qué se trata eso”, porque el orden significante se hace contemporáneo del orden del significado. Aquí el espectador no es simplemente remitido desde el signo sensible a su referente, sino que es capturado por el tiempo de la remisión, el espectador deviene una instancia interna a la producción de significación, y esto es precisamente lo extrañante. En este caso, la potencia del signo consiste en su “fragilidad”, y dicha potencia (que no consiste propiamente en un contenido nuevo o diferente, Sergio Rojas
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