Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
93 Todo eso formaba parte de nuestra realidad hoy disuelta en el ácido de la pandemia. Curiosa esta realidad que se construyó principalmente con imaginarios. Qué fue de esos boliches y restobares que se apoderaron de las veredas de la ciudad, donde la gente iba más que a comer a tomarse fotos o selfies que los mostraban en el acto de tomar y deglutir, fotos del plato que tenían servido, y hacían circular esas fotos por las redes sociales, en una especie de exhibicionismo de lo bien que lo estaban pasando. Sin la foto no se consumaba la digestión: sin la foto era como si no hubiera habido ni ingesta de comida ni hinchazón post ingesta, ni menos la gran caca final. Vean con qué tenues e innobles materiales se construía nuestra realidad. Ahora, un ejército de repartidores nos lo llevan todo a domicilio y así nos aíslan de de lo poco que va quedando de aquella realidad: alguna notaría tan triste como la farmacia de turno de un domingo en invierno o el ínfimo boliche, el minimarket donde un inmenso zapallo con la barriga abierta, reposa al lado de las cajas de detergente y de la fermentación de los tomates que esperan que algún repartidor llegue a buscarlos para llevarlos a su destino final. Noticia de último minuto: la mano invisible huyó ante la presencia de microorganismos también invisibles que pretendían obligarla a lavarse, con agua, jabón y cloro gel, como a todas las otras manos del mundo. La sociedad secreta que diseminó el virus que borraría nuestra realidad desapareció porque todos sus integrantes murieron víctimas del virus. Sin embargo su objetivo se cumplió: la realidad o aquella suma de imaginarios que confundíamos con la realidad, efectivamente se está borrando. Ahora tenemos que trabajar en la construcción de una nueva realidad – o normalidad si lo prefieren – que seguramente será tan detestable como la anterior, es decir como la que ahora mismo agoniza.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=