Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
74 Un presente de pantuflas y tránsitos reducidos, de maratones seriales, de contacto estrecho con nuestra familia, de conversaciones entrecortadas, de radios encendidas, de lecturas postergadas, de trabajos impensables, de momentos postales y placeres de interior. Un presente que comienza a encontrar su acomodo en el encierro, que mira con distancia aquella vida que quedó detenida y que desconfía de su forma original, como si la pausa se hubiese instalado como un mirador para nuestra vida pasada. Observatorio y tribunal. Eso escribí hace unos días, pero se me antojó, quizás, demasiado literario y lo que es peor, pretencioso. Lo literario no está mal si eres maestro de la prosa. No es mi caso. Lo pretencioso es peor, apunta a la vanidad y al mesianismo doméstico. No estoy en condiciones de darle sentido universal a todo esto o de proyectarlo ante una audiencia imaginaria. Estoy, me duele confesarlo, sin libreto. Tampoco estoy ansioso por conocer el escenario que nos espera. No es falta de curiosidad, solo falta de confianza; dudo que alguien pueda adelantar con éxito lo que se viene. Creo que los pronósticos, son de momento, puramente transitorios, mucho más cercanos a ejercicios del deseo –o de la fatalidad extrema– que a reales vaticinios. Antes de abandonar un querido grupo de watsapp, pude leer varios adelantos de futuro, tras una pregunta/desafío planteada por uno de los nuestros. Participé del ejercicio con una insospechada cuota de entusiasmo, pronto me di cuenta que ni mis augurios ni los
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