Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
70 Los niños necesitaban moverse y, como había que quedarse en casa, hicimos largas sesiones de baile, canto, lucha libre, fútbol y cualquier otra cosa parecida. Nos dejábamos llevar por la música, cerrábamos los ojos y nos transportábamos a mundos paralelos donde no había enfermedades y podíamos ser superhéroes, volar o meditar. Así, pude reafirmar la importancia que tienen el baile y la música para mí, algo que había ido dejando de lado con el paso del tiempo, sobre todo el baile. Ahora, aunque ya podemos salir más seguido, todos los días colocamos música y cuando me siento cansada o enojada bailo, me muevo un rato en el lugar en el que esté y disipo mis malos humores. Mis hijos también bailan y cantan constantemente rock, música disco, pop, electrónica o cualquier otra que tenga un buen ritmo o una buena historia detrás, saltando arriba de los sillones, arrastrándose por el piso y entablando luchas imaginarias en las que gritan a todo volumen. Nunca hubo más pantalones con las rodillas rotas que ahora, los que he estado reparando en las noches con una máquina de coser prestada que me ha devuelto a mi infancia en la casa de mi abuela, donde me sentaba a su lado a hacerles vestidos a las muñecas mientras ella arreglaba la ropa de toda la familia. Otra manera de entretenernos ha sido a través de la comida. Para mi familia comer es una fiesta y a eso le saqué mayor partido durante este tiempo. Probé recetas nuevas, cocinamos juntos comida china, pizza y galletas e hicimos picnics en el living. Descubrí que al buscar platos diferentes para hacerles más alegre el día yo también disfrutaba mucho cocinando, jugando con los colores y las texturas, saliéndome de las recetas y dejándome guiar más por el olfato que por el gusto. Aunque en otros ámbitos me cuesta improvisar, en la cocina puedo hacerlo sin problema y cada experimento nuevo bien logrado me ha dado confianza para improvisar en otras cosas, como con aquellos bollos de comida china que cocinamos en horno eléctrico en vez de al vapor, con leche de almendra porque no había de otra, con más harina de la indicada porque los niños jugaban con ella mientras amasaban y calculando el tiempo de cocción por instinto pues nunca pudimos interpretar bien los indicadores de nuestro horno. Aun así, los bollos quedaron muy buenos y los hemos hecho varias veces, cada una de forma irremediablemente distinta.
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