Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
69 He escrito y reescrito este texto muchas veces, y cada vez que lo leo lo vuelvo a ajustar a la visión de realidad que tengo en ese momento. Creo que esto resume mi situación frente al confinamiento y la pandemia: un continuo cambio de parámetros que traté de controlar sin mucho éxito, sobrepasándome y no quedando más opción que la de dejarme llevar por la situación, entendiendo entonces que las cosas podían acomodarse solas... una y otra vez. Vivimos en una pequeña casa en Amiens, al norte de Francia, y aunque aquí no existe un peligro grave debido a que es una ciudad de pocos habitantes, muchas áreas verdes y donde el sistema social y de salud no han colapsado, el confinamiento fue estricto por al menos ocho semanas, comenzando luego las etapas del desconfinamiento de manera muy paulatina. Para mí es difícil afrontar el cambio en sí, y más en este caso en que lo he tenido que vivir en otro país de lengua y cultura diferentes, lejos de mi familia y con dos hijos pequeños. Al principio me concentré en minimizar lo más posible lo que pasaba “allá afuera”, con el consiguiente agotamiento físico y emocional, lo que me obligó a detenerme y analizar qué era lo que podía modificar en mí para vivir todo lo demás de manera más simple y fluida. El encierro me ahogaba, así que todas las mañanas comencé a correr las cortinas y abrir las ventanas sin importar si el vecino o la persona que pasaba por la calle pudieran observar nuestra intimidad. Ahora es más importante el aire fresco que entra de sopetón e inunda todos los rincones –llevándose las emociones del día anterior y llenando los espacios de luz y energía clara– que el pudor con que antes protegía nuestro día a día. Después del desayuno mi marido juega con nuestros hijos, así que yo aproveché de retomar mis ejercicios de yoga y ponerle especial importancia a mi respiración, aquella que llena los pulmones hasta el tope e infla la guata. Ahora disfruto esa respiración y la realizo lentamente cada vez que puedo, agradeciendo el poder hacerla a plenitud. Una alteración cambiante Catalina Matthey Engländer Antropóloga Social y Artista Visual
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