Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia

66 a la idea de que la existencia dependía de unas pocas verdades capitales que eran de orden canónico, vívido, una suerte de mónada… entonces ansié la entrada de la luz, quise explorar mi vida asociada a un rectilíneo balcón, a una buena terraza, a un patio. La ansiedad es efectivamente esa diosa criminal y trepidante que tiene un templo para ella sola. Y las circunstancias me permitieron consumar este deseo, y me trasladé, no lejos del primer inmueble, a un departamento con patio y a muros con ventanas de correderas que me permitieron, pasar el día, aireada, soleada, llena de aire y luz. Yo venía hacía tiempo pensando en el valor de la sombra, cuando el verano parece que quemara la caliza y derrite las nieves en la testa de la cordillera: la sombra de un árbol, fresca y semi oscura es una bendición: lo mismo cuando el cuerpo está agarrotado y tenso en todas sus minúsculas fibras, recibir el benéfico beso del sol parece ser la única razón antropológica de existencia. Esta nueva relación con la naturaleza en la ciudad ocupó mis días hasta que reparé, en medio de mis observaciones, en una rama que se arqueaba sobre el patio proveniente de uno de tres liquidámbares que flanquean el jardin, con los días comenzó a amarillear sus hojas, y a quedar más al descubierto unas pequeñas esferas con púas, que debo decir, siempre vi en las aceras de calles por donde anduve, e incluso recogí en algunas oportunidades,

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