Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia

60 “Solsticio de invierno, 0 grados de Cáncer, zona de declinación norte”. Creo que he llegado a entender o al menos a ser capaz de prever la trayectoria del sol y su posición en el cielo en cierto momento dado del día, y de adivinar el declive progresivo de este trazado conforme se acerca el solsticio. Así, sé que a las diez ante meridiem estará escondido detrás de un edificio de 20 pisos; sé que a las cinco y quince de la tarde estará a punto de desaparecer tras el horizonte ralo de latas de zinc. Y sé que mañana lo hará incluso un poco antes. Sentada en mi escritorio constato el ocaso día tras día con sólo girar mi cabeza hacia el oeste; cada día unos minutos antes que el día anterior. El rectángulo de luz proyectado sobre el blanco y frío muro sur del taller, el que me indica con más insistencia el paso del tiempo, aparece cada día más angosto, más pálido, más arrinconado. Hace poco vi un video donde explicaban el fenómeno. El observador imaginario número 1 miraba desde el sol los cambios de la luz solar incidiendo sobre la tierra en las distintas estaciones del año: “dado que mira la tierra desde el sol, el observador 1 siempre ve a la tierra completamente iluminada”. El observador imaginario número 2 miraba los mismos cambios pero siguiendo apretadamente a la tierra en su traslación por la eclíptica. El resultado era muy ilustrativo, muy didáctico; ambas posiciones eran por completo virtuales, imposibles. El único lugar desde donde constatamos el “paso” del sol, o al menos el común de los mortales, es desde la tierra firme. Desde que era chica mi madre siempre habló mucho de “sol oriente” o “ventana sur”, ese tipo de vocabulario referido a la orientación de las casas respecto del único y gran astro primordial. Estirando un poco el concepto, estas expresiones formaban parte de algo así como mi “lengua materna”, esa que es entrañable y que se aprende sin miramientos. Creo que siempre la usé como el mero empleo de un vocabulario raro, pero hizo falta sufrir los rigores de un muro sur, rastrear el morboso decaimiento del sol y el adelgazamiento de la luz conforme se acerca la mitad del año austral para empezar a llenar ese vocabulario de sentido. El solsticio de invierno marca el punto más bajo del sol en el cielo meridional y sus rayos son más oblicuos que en todo el resto del año. Para el hemisferio sur, también cercano a estas fechas la tierra alcanza el punto más distante al sol en su devenir por la orbita excéntrica. Por razones inescrutables que no entiendo, los solsticios y equinoccios varían ligeramente de fecha de un año al otro, porque los movimientos que comportan este periplo no son perfectamente uniformes.

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