Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
33 En el fondo del patio de la casa –un estrecho corredor de seis metros de ancho por treinta de largo– hay una pequeña puerta. Esa puerta da acceso a un humedal. Dicen que acá las casas están montadas sobre porciones de tierra que rellenan el casi inexistente suelo. A los costados del sendero que conduce a la puerta, y que divide el patio en dos mitades, ha crecido la maleza mucho más lento de lo que se podría esperar. En realidad es muy difícil decir donde comienza y termina el humedal. Al caminar luego de una noche de lluvia para dejar la basura orgánica en el depósito, junto a la puerta de fondo, cada paso te dice que no estas pisando sobre seguro. Uno puede inferir que todo esto sería parte de una selva. Pero la selva fría ya no está. Con el ir y venir por el sendero empecé a observar esa puerta. Es una puerta especialmente pequeña, hecha de terciado estructural y alguna vez pintada. Yo creo que lo primero que me llamó la atención fue que, a primera vista, era difícil saber de que madera estaba hecha. Acá la lluvia y los hongos pueden transformar cualquier superficie. La verdad es que, exceptuando las cosas que son propias de este clima, todo lo demás está sometido al más intenso régimen de corrosión o putrefacción. Como el territorio resulta indescifrable, a veces uno tiende a buscar en los cielos algún indicio de lugar. Nada más lejano al espíritu que anima las fuerzas que se descargan sobre esta tierra, las cuales más bien serían la vívida manifestación en la tierra del inagotable y permanente cambio. Tal vez es por esto, que en uno de los recorridos hacia la puerta creí ver un mapa. Ese fascinante artificio para mirarse en el mundo se presentó ante mi, y sobre aquella puerta pude ver el hemisferio sur, en una tarde cualquiera, y a pocos días de desdibujarse por completo. Hemisferio Sur Artiom Mamlai A. Artista
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