Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia

322 Nuestra dependencia a las pantallas se ha manifestado en este contexto con brutal contundencia. Hay una sensación de irrealidad que se produce en el encierro y el aislamiento por el hecho de estar con uno mismo más de lo que se quisiera y de que nuestras relaciones con los demás acontezcan a través del velo espectral de un monitor, de emociones estandarizadas y embutidas en caritas amarillas, a través de una voz que se fractura por problemas de conexión. Hablar con fantasmas electrónicos. “El mundo será un lugar maravilloso, dicen. Pero ¿desde qué punto de vista? si bastará una llamada telefónica para anunciar el final de todo” sentencia con gravedad el personaje de Steiner en La dolce vita de Fellini. Las noticias e imágenes emitidas desde el televisor tiñen de azul un living en penumbra. Las cifras de muertos y contagiados, los destinos terribles de miles de personas, se suceden con una extrañeza y distancia semejantes, como un apocalipsis que estalla en cámara lenta de la puerta para afuera. Hay algo de terrible y de culposo, de obsceno, en estar comiéndose un sándwich mientras todo aquello ocurre, en estar intentando ajustar un color a otro en una pintura, en entregarse al aburrimiento y al ocio o en

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