Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia

31 besos, las plazas, los juegos, los cafés, los bares: se acabó la ciudad. Se mueren personas, no se hacen funerales. Se cerraron los colegios, a los niños les enseñan frente a una pantalla. La pesadilla se hizo realidad. Y cómo buena pesadilla, se alarga y no despertamos nunca. Haciendo uso de mi permiso de doce horas para ir al médico, “hicimos trampa” como dice mi hija Amalia, y nos fuimos a subir el cerro. Ahí ella dijo que tenía ganas de estar en un lugar donde pudiéramos bailar, saltar y chupetear el piso. Pienso en esa escena tan linda de la película Nosferatu de Herzog, cuando la peste invade por completo la ciudad y los habitantes entregados a la muerte, bailan y cantan en una especie de catarsis o danza macabra. Un grupo de personas muy elegantes invitan a la protagonista a unirse a un banquete en medio de ataúdes y ratas. La mesa es preciosa, llena de manjares y flores, manchones de luz rebotan en algunos de los objetos. El personaje dice: “Acompáñenos, es nuestra última cena, todos tenemos la peste”.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=