Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
303 Supero mi miedo y sigo escribiendo. ¿Honrar el ahora podría hacernos felices? Estoy convencida de que sí. ¿Y al ser felices podemos construir un mundo mejor? Por supuesto. Gracias a la observación de este precioso detalle, más bien gracias a encarnar este precioso detalle, podemos ser capaces de volver a nosotros mismos y desde ahí frenar todo el daño que reproducimos, en nosotros mismos y en sociedad. Esto, por supuesto, demanda esfuerzos monumentales, esfuerzos mayores que los que demanda la mirada crítica, incluso esfuerzos más grandes que los que demanda la guerra. Porque ocuparse del ahora significa ocuparse de uno mismo. También, enmendar aquellos errores cometidos en el pasado, reconocerlos y, en muchas ocasiones, pedir perdón. Esto, a la vez, nos exige ser más creativos, para imaginar un futuro mejor, y más determinados, para ser la acción que lo construya. También nos pide ser más compasivos, y eso sí que nos cuesta, sobre todo hacia nosotros mismos. Este proceso, por supuesto, también es doloroso, porque supone enfrentarse de golpe a nuestro comportamiento elusivo, modelado por nuestras sombras más oscuras. Y por supuesto, es aún más difícil en un contexto lleno de presiones –económicas, afectivas, físicas, etc.–, como el que el Coronavirus ha venido a evidenciar. La paradoja es que estos esfuerzos son insoslayables, si no los abordamos, futuras crisis nos los volverán a demandar. Sin embargo, toda crisis nos trae un regalo, remueve nuestro letargo y nos empuja a tomar acción. Nos permite reconocer lo que no queremos, nos impulsa a ocuparnos del ahora. Al respecto, maravillosas han sido las múltiples iniciativas que han surgido en ayuda de unos a otros. Bajo la ausencia del Estado, el sentido de comunidad se fortalece. Sin embargo, sabemos que en el fondo las cosas no deberían ser así; la compasión y dignidad deberían estar presentes día a día, no solo en momentos de crisis. ¿Y si dejamos de esperar y comenzamos a construir ese Estado que merecemos? El Estado no es un ente homogéneo, abstracto, encabezado por unos pocos, el Estado somos nosotros también, lo construimos en nuestro día a día, en nuestras decisiones, en nuestras acciones y omisiones, incluso en las más nimias. Tenemos ese poder, porque el Estado es un reflejo de nuestros propios cambios, de nuestro ahora. Lamento todo el dolor que este remezón ha traído, pero confío en que la lección, cualquiera que esta sea, no la olvidaremos tan fácil. Finalmente, las crisis más profundas son las que promueven las transformaciones más radicales. Y aunque no sé hacia dónde nos llevará todo este proceso, solo espero que sea a un lugar más justo y consciente, presente y compasivo. Un lugar en el ahora. Solo aceptando el ahora, podremos dejar de evadir el dolor que significa ser cambiantes y aceptar que todo se transforma, incluso aquello que más amamos. Sumergidos en este flujo constante, nuestras creencias pesarán menos y, por lo tanto, no las defenderemos con tanto enojo, no nos haremos tanto daño. Y así, menos dañados, puede que nos demos cuenta que el dolor que le producimos a los otros es el dolor que nos hacemos a nosotros mismos. Y que por lo tanto, la felicidad de los demás enriquece nuestro presente. Solo así, conectados, podremos compartir nuestro tesoro, nuestro ahora.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=