Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
299 al levantar su lado superior, me mostró sus ojos malignos, abrió su deforme boca y se abalanzó sobre mi, me agarró de los tobillos y me jaló hacia los pies, hacia él. Grité tan fuerte que desperté a gente de otros departamentos. Mi papá llegó en seguida y me encontró con las piernas colgando desde las rodillas hacia abajo y mi cabeza en la mitad de la cama. Con la luz encendida ya no se veía nada sobre el ropero. Y lo único en que pensaba era cómo yo mismo me podría haber empujado hacia abajo tan fuertemente sin que alguien más lo hiciera. Después de eso fui objeto –con razón– de sarcasmos por años. No obstante en la medida en que más se nos muestran variedades de vías para explorar las percepciones corporales y espirituales de las dimensiones visibles e invisibles en aras de un esclarecimiento racional, más tiende a reprimirse el ímpetu por hacer emerger lo experiencial. Sobretodo si lo más probable es que se intentará intelectualizar el contexto desde los sofisticados tratamientos contemporáneos de percepción –especialmente visual– de los últimos estudios fisiológicos de la función ocular, con el objeto de socavar la verosimilitud no tangible, descartando la hipótesis de cualquier experiencia metafísica. Lo más común es que se la lleve al campo de la ilusión óptica y las diversas tretas de la luz respecto de la retina. engaño retinal = cientifización de la aparición E x p e r i e n c i a C u a t r o Luego de sólo un par de experiencias similares en los 2000, una década atrás mi hermano me contó que mi sobrina, su hija, veía gente que nadie más lograba ver. Lo mismo que mi hermano cuando niño. Ella es una persona tranquila, muy sensible y muy introvertida. Pero lo que yo ignoraba era que fuese tan intuitiva. En el colegio era usual que viera personas en los pasillos cuando todos estaban en clases. Una vez citaron a mi hermano al colegio por este tema, así que mi sobrinita fue analizada… Finalmente el experto le dijo a mi hermano: “su hija está perfecta, no tiene ningún problema, son dos niñitas en el colegio con similar aptitud. Así que no hay de qué preocuparse”. La última vez que ella vió a alguien, fue a mi fallecido padre dentro de su jeep, justo cuando mi hermano se había comprado otro auto y se había propuesto vender ese jeep que el papá tanto quería. Es comprensible el cotidiano contraste entre la visión corporal y las formas intangibles de percepción. Entonces lo que queda son sólo los opresores modos de tensión entre una fe sensorial-céntrica y un escepticismo anti-sensorial- céntrico , que es el que define gran parte del pensamiento visualcontemporáneo. Sin embargo en estos días de confinamiento, lo peculiar de estas situaciones ha provocado que me haga la pregunta respecto de que si yo no hubiese tenido dichas experiencias, hubiese mantenido la misma fe en el hecho de que “hay algo más allá de la vida terrenal”.
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