Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
227 En cada médico veo a mi papá y me conmueve el personal de la salud. Son ellos los que realmente deben lidiar con la pandemia, observándola, sorteando el temor a contagiarse y contagiar a sus familias, constatando la fragilidad de la vida, viendo los cuerpos deteriorarse hasta morir, enfrentando a los parientes de los enfermos para darle las malas noticias. Ellos y ellas no viven en la abstracción de la mayoría de los privilegiados que parece observaran una película, como se refleja tanto en la mezquindad de la clase dirigente como en la desafección de gente sin ninguna figuración pública, que han transformado la pandemia en un espectáculo, en un meme. Reviso mis redes sociales y observo como, gradualmente, muchos de mis contactos pareciera que desearan la catástrofe total. Mientras más muertos mejor, con tal que eso deje en evidencia la ineptitud y falta de escrúpulos del gobierno. Los que insisten en mirar esta contingencia desde una trinchera partidaria no dimensionan la magnitud de los hechos, no comprenden que de algún modo estamos todos condenados. Es extraño vivir en amenaza permanente por algo tan invisible como un microorganismo. Por mi quehacer de cuidado de mi padre y madre en sus procesos de envejecimiento, me creía consciente de la fragilidad de la vida, ya que permanentemente he tenido que estar alerta a cualquier dolencia en ellos que pudiera derivar en la muerte. Pero ahora la amenaza constante ya no se rige por el curso natural de la edad. Con la epidemia el solo hecho de salir a comprar al supermercado o a la farmacia se transforma en una amenaza. En cada persona con que me cruzo y que no usa mascarilla, veo un peligro latente para mí y para los familiares con quienes convivo. Debo decir que desde el denominado estallido social hasta ahora me siento en un continuo ensueño. Durante varios meses, a partir del 18 de octubre, era habitual escuchar sirenas de bomberos, especialmente en las tardes y en la madrugada. Ahora escucho ambulancias en la madrugada. Lo terrible es que finalmente una se acostumbra a todo.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=