Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
219 —Para qué —dice ella, resistiéndose al operativo—. Mejor me muero ya, ahora. No quiero estar sola, enferma, botada, como un perro. Me contó G que murieron 28 sordos de la Asociación en total, todos en hospitales. Le digo que baje la voz, que estoy hablando por teléfono, que después me cuenta. —Con quién —me pregunta—, porque soy sorda y tengo derecho a saber. A que me cuenten. Mi madre me contaba todo. Mi hermana viene detrás, por el estrecho pasillo. Me encarga el fuego encendido de la cocina y le dice también a mi madre que baje la voz. —No es momento para buscar pega —le he dicho sin ninguna certeza recién a RC, que sigue aún al teléfono. Está difícil. Pero esto, como lo obvio y tantas otras cosas, pasará y será historia. Vuelvo a sentarme en mi lado del escritorio, gentil a su manera, aun con su estrechez. —Sí, apenas vea el video te lo comento, el que me enviaste —le digo por último a RC, rogando, como siempre, por que no irrumpa la voz gruesa de mi madre mientras termina de ponerse con desagrado la mascarilla para su breve paseo. —No hay apuro —es lo último que me ha dicho RC—, velo cuando puedas. Solo quería confirmar si te llegó. Otro día hablamos con más calma. Apenas corto, reviso el correo. Sí, aunque no recuerdo haberle sugerido el título, hoy me gusta más que nunca: El lugar ameno . 2. Nada qué decir. Escribo con azul prusia. Eso es lo que ha cambiado en lo inmediato. Antes usaba tinta negra, sin titubear. Porque hoy algo ha cruzado mi calle, y ya no es mi calle, algo cruza los muros de esta casa, que no es la mía, algo nos cruza y me cruza, hacia delante y hacia atrás, algo que no sé, algo sordo, como un gesto sin querer, de pronto, y sin codificar, de infierno o de paraíso, como anverso y reverso de una moneda sin palabras.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=