Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
215 temor alguno. Luego me enteré que en otras ciudades donde se estaban realizando estrictos confinamientos, animales como ciervos, osos, jabalís, pulpos, panteras y pumas comenzaban a deambular por las calles como si dijeran: “mira parece que el virus humano por fin se extinguió, ahora ya podemos salir de nuestros refugios”. No sólo los animales gozaron de la reclusión humana: los canales en Venecia se limpiaron, un agujero de la capa de ozono se cerró, China redujo sus índices de contaminación y los mares adquirieron tonalidades nunca vistas. ¡Voila! El encierro me estaba mostrando que sin hacer mucho podíamos hacer grandes cosas por la casa de todos. Y entonces me dije: ahora que salgamos no podemos ser los mismos. El 11 de mayo se terminó el confinamiento en Francia y comenzó la fase de lo que llamaron el “día después”. ¿Algo ha cambiado? ¿Seguimos siendo los mismos? No lo sé, es muy temprano para saber si algo se ha movido y mucho más para mostrar sus efectos a nivel colectivo. Sin embargo, quiero pensar que hay semillas que nos llevarán a reinventarnos y no olvidar a los 8,747,136 infectados y 462,088 muertos (datos de la Universidad John Hopkins, 21 de junio). Aún a pesar de la forma tan desigual en que se ha vivido el confinamiento y de la incapacidad de mucha gente para poder quedar en casa, el Sars-CoV-2 nos ha enseñado que el mundo necesita descansar del virus humano. Ahora mientras trato de ajustarme a máscaras, distancias y geles, miro a Wuhan caminar por el mundo, y me pregunto: ¿Qué tal si jugamos a derrotar al rey virus? Tal como dice la historia de mi hijo de cinco años.
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