Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia

21 Vivo cerca del mar. Llevo casi cuatro meses sin ver a alguien conocido. Mi contacto con otros lo tengo cuando voy a comprar al supermercado y toman la temperatura en la entrada o cuando preguntan si pago con efectivo. Sin embargo, no he sentido tanta soledad, eso creo al menos. La comunicación con cercanos por medio de internet ha ayudado harto. De repente no funciona tan bien porque lo uso desde el teléfono, pero a ciertas horas da para tener acceso sin problemas a películas, series, libros, noticias y la ratonera virtual infinita. Parece que no tengo algo especial que contar. Pocas cosas me han llamado particularmente la atención más que antes. Mi percepción es más o menos la misma y no creo haber tenido reflexiones importantes en este tiempo. Lo que pienso harto es que ojalá se acabe esto pronto. En lo particular estoy viviendo la cotidianidad con un ritmo que asociaría a un retiro. Con internet eso sí; lo que seguramente transforma el aislamiento en algo muy diferente a otros tiempos. Vivo día a día no más. Percibo que todo pasa lento y rápido. Pero eso lo siento hace rato, de antes de la pandemia. Me pasa sí, que a veces pierdo la noción de los días. En los momentos de silencio, como no hay nadie, me ha llamado la atención la cantidad de objetos que están acá ahora. Fácilmente podría contar cien cosas si miro más allá de la computadora. Sólo en la mesa veo un frasco con sal, dos lápices, una botella, un vaso, una cortapluma de bolsillo azul, un reloj, un par de anteojos, una croquera, unos audífonos, un estuche, un libro, una servilleta, un pincel y otro lápiz. Miro un poco más allá hacia la cocina. Una panera, seis tomates, dos paltas, una taza, un frasco con café, una tostadora, una caja de huevos, un rallador y muchos platos arrumados. Si sigo, claramente hay más de cien cosas. La silla en que me siento, el piso, los muebles y así. La nube loca Andrés Bortnik Pintor

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