Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
207 lo estrictamente necesario, se me ha convertido en una especie de ceguera afectiva que me tiene a ratos desorientada, sin saber como llevar esta tristeza de no poder abrazar a las personas que quiero. Soy de pocos afectos, y en estos tiempos he buscado nuevas maneras de vivirlos. Con Paz, nos hablamos al menos una vez por semana y desde que partió la cuarentena surgió naturalmente hacerlo por video llamada y nunca más hemos dejado este modus operandi . Hablamos, dejando que nuestra mente libere los pensamientos más insospechados. Creación, poesía, música, realidad o no, bien o mal, risas prolongadas, café uno tras otro. Por qué no, una copa de vino. Ella, Whisky. Propongo leerle El baile , de Iréne Némirovsky , ella cambia de lugar y fuma. Llego hasta el capítulo cuatro. seguimos tres días más tarde. Lo termino y nos miramos, silencio y sonrisa, silencio y palabras, conversamos y entonces ahora es su turno. Me lee Los pocillos de Mario Benedetti, la sigo con atención y me fascino con el final. Se lo agradezco. Se lo cuento a mis hermanas, menos el final. Ahora ellas quieren leerlo. Paz me lo manda fotografiado por whatsapp. Días más tarde me lee Papelucho de Marcela Paz, no recuerdo cual de todos. Quedé de leerle La Paloma de Patrick Süskind. A veces, compartimos un video que circula en las redes y nuestra primera reacción puede ser divertida, pero siempre terminamos analizando un detalle que nos lleva lejos. Agradezco su amistad, su generosidad infinita por compartir sus saberes y pensares, su alegría destellante. Se lo agradezco, más aún en estos tiempos ásperos y vertiginosos, cuando el hambre que me asecha es la del alma carente de los abrazos entrañables. Le agradezco, a Paz Mera, cuando me regala en sus mensajes las rosas amarillas de su jardín, o los limones sin pepas, todo sembrado amorosamente por su padre.
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