Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia

19 atractivo. Pero ahí es donde hoy podemos estirar las piernas, al igual que los perros de los vecinos; es ahí donde salimos enmascarados a tomar sol para compensar la penumbra invernal de un primer piso con vista al poniente. A cada semana, suben las cifras, evaluamos nuestras medidas sanitarias. Progresivamente, restringimos las salidas a comprar por temor al contagio. Cada vez menos móviles, sentimos la atrofia de nuestros músculos. Extrañamos la ciudad, este barrio que aún queríamos seguir descubriendo. Necesitamos el esparcimiento: esparcirse, salirse de sí mismo, ser con otros. Necesitamos al sol. ¿Necesitamos la vida? La muerte ronda, se estrecha el cerco: de Wuhan a seres queridos de nuestros amigos por culpa de este gobierno criminal y su inmunidad de rebaño y cifras ocultas. Ya figuramos en los rankings de mayores tasas de contagios del mundo. Nos conmueve e inquieta el bombardeo de noticias que leemos a diario en redes sociales, pero nos aterroriza que la enfermedad llegue a tocar a alguno de los nuestros. O a nosotros. La angustia de esta pausa favorece la aparición de sueños que confunden retrospección con distopías. ¿Qué soñaste anoche? Nuestros padres también tienen miedo, manifiéstenlo o no, estamos en la edad en que entramos a disfrutar el último tramo de ellos en la vida, nos descoloca la aceleración de las posibilidades. Es domingo. La noche cae. Las frazadas, lanas y estufas aplacan el frío. La Plaza, sigue afuera, blanqueada a la fuerza. Sola. Como tantos, la añoramos; como miles, volveremos.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=