Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
167 El encierro verde Javiera Aguirre Domke Abogada y ojalá huertera, también mamá Con el apocalíptico temor del más completo desabastecimiento, un poco jugando un poco acaparando tranquilidad, como cualquiera que se precia de buena madre que intenta llenar la despensa para la cuarentena que se nos avecina, insté a mi familia hacer una huerta.... pensando también que serviría para pasar el tiempo y matar el supuesto ocio que creí abundaría en esta época, y que por más que lo llamo, aún no llega. Nunca pensé que la huerta marcaría tanto nuestros ciclos.... y que sutil pero insurgente, ésta iría sembrando en nosotros ritos y vivencias que serían el marcapasos de la cuarentena. Sabiendo, probablemente por ósmosis, que la naturaleza es inexorable, rebelde, inteligente, bella y avasalladora, que tiene sus ciclos inalterables, aun sabiendo eso, igual nos aventuramos en trabajar la tierra, absolutamente ignorantes de la benevolencia y parsimonia que estaba a punto de envolvernos. Así es como todos los días, a las dos de la tarde, siempre a las dos de la tarde, en la primera pausa de mi ajetreada jornada laboral, de las inconducentes clases on line de mi hija, que lo único que han hecho es enseñarles a las profesoras de quinto básico a usar plataformas que los niños dominaron desde el primer día, y en un alto en las esforzadas y complejas terapias de mi hijo autista, nos reunimos en torno a nuestra huerta.... En un principio el rito consistía en arrodillarnos a buscar brotes, a escarbar para cerciorarnos si aún estaban las semillas o se las habían comido los bichos, y así… a los exactos 10 días desde el inicio de la siembra, ante nuestros ojos se encienden brillantes las luces de esperanza, brotan verdes y libertarios los primeros brotes de las acelgas, nacen generosas, nacen sublevadas, nacen fuertes, nacen como prosas que hacen surgir en nosotros un halo de misticismo y fortuna, conforme los noticiarios nos mostraban cómo en Europa se sucedían de manera dantesca las muertes por Covid.... paradojalmente nosotros comenzábamos a ser envueltos por una tenue pero palpable tranquilidad, que crecía y crecía como si las raíces de las acelgas comenzaran a tejer un verde refugio en nuestro hogar.
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