Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
163 Por siempre Janet González Administrativa Departamento de Artes Visuales A propósito de muertes en tiempos de Pandemia, quise escribir lo que está aún presente. En estos casi cuatro años me ha tocado despedir a cuatro personas muy im- portantes para mi vida. Desde que tengo uso de conciencia hasta los veintitrés años aproximadamente, debo confesar, que, para mí, la muerte era indiferente; en mi casa nunca se habló de muerte ni enfermedades, siempre fueron muy lejanas a mi vida en ese entonces. Sin embargo, la partida de mi Padre, mi Marido, mi Madre y mi Suegra, cambiaron mi perspectiva de la vida, valoran- do y siendo más consciente de cada momento. 30 de junio de 2015 Mi padre, o mi papá como yo le decía, fue un hombre pasivo, tranquilo, pen- sativo, observador, silencioso, trabajador y muy humilde. Le gustaba cami- nar, jugar dominó y jugar cartas, tomaba su vino que tanto disfrutó a lo largo de su vida. Él nunca me llamó la atención, no recuerdo una mala palabra de él hacia mí y con nadie. Mi papá tenía una mirada triste, pero a la vez dulce, quizás él sufría internamente, aunque nunca lo dijo. Sólo nos tenía a nosotros, ya que quedó sin padres siendo muy pequeño. Lo más probable es que por eso tal vez era tan silencioso, casi tímido. Pero, aun así, nos transmitió todo su ca- riño y su humildad. Con su silencio y sus gestos nos decía que nos amaba. No recuerdo que me lo haya dicho verbalmente, pero sentía su amor. Le encanta- ba caminar, la playa, el campo. Cuando falleció a los 88 años, luego de estar varios meses en cama con su diabetes declarada, llegó a su término, trató de dar la lucha, pero no lo logró esa vez. Lo recuerdo con ternura y templanza, con su silencio, sin decir casi nada, aprendí de él a escuchar, a tener pacien- cia, a mirar y a entender todo con cierta calma; aunque debo admitirlo, sí con ciertos miedos que van y vienen. Nada es perfecto. Nunca te olvidaré. 25 de septiembre de 2016 Mi marido Rogelio, el amor de mi vida, lo conocí adolescente, pero cuando comencé a hablar con él, yo tenía 17 años y Rogelio 22 años, cómo olvidarlo. Qué edad, divino tesoro. Nos casamos cuando yo tenía 21 años, embarazada de mi primer hijo. Nunca dudamos en ningún momento y nos casamos, sin nada, sin experiencia nos embarcamos en esta aventura desconocida para nosotros, pero que finalmente supimos manejar, mal, bien, pero nos equilibra- mos de cierta forma. Con los años, me embaracé de dos hermosas hijas con una diferencia de seis años, y así, hicimos hogar. Pasaron los años con muchas vivencias, todo lo que involucra un matrimonio. Crecimos juntos, con altos y bajos como se dice por ahí. Pero si tuviera que nacer nuevamente, volvería a elegir la misma vida.
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