Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
130 Encima de la caja hay un objeto, sin terminar, que pretende llegar a ser una forma nueva, como una escultura, pero aún no lo es. Son tablas que estaban clavadas en otras unidades, que pertenecían a otros órdenes y que junté con pegamento en otro orden que aún no se completa. Está recostado, reposando y esperando. De ahí al sur o a la izquierda, hay varios objetos. Una especie de ánfora o florero de quince centímetros de alto hecho de marfil. Una amiga, que falleció, Mané, paisajista de profesión y repleta ella de ideas y emociones, mayor que yo, difícil de tratar, impulsiva, de pocos filtros y enorme persona, inventó alguna vez una venta de lo que quería deshacerse, (venta de garaje, le dicen) y yo compré este jarroncito. Está completamente esculpido o grabado con frisos y figuras en bajo relieve de paisajes chinos. Pienso ahora que ella pasó gran parte de su vida encerrada en sí misma. Quizá como otros o como yo. Como ahora, en este tiempo, encerrados en algo que habíamos olvidado que era parte de nuestro lugar. Y entonces los límites del encierro se extienden o se contraen. Como si la búsqueda fuera intentar salir a la superficie desde unas profundidades que, en definitiva, o en el transcurso de una vida, no se alcanzan a recorrer. Junto a este jarrón pequeño hay un balde de unos doce centímetros de alto, de latón, esmaltado verde manzana. Es de fantasía, es decir, decorativo, pero hermoso en sus proporciones. Al lado hay una olla pequeña de cobre para hacer café turco. Es de cobre y tenía un mango de madera horizontal y audaz, que se despegó. Luego, casi arrimados a la cafetera, dos peluches chinos de mi hija. Uno representa a un burro y el otro a un cordero. Entremedio quedan unas getas japonesas que construí con madera de desecho y viendo un tutorial. Trozos de madera para, quizá, convertirse en algo mas adelante. Una esfera de vidrio azul, una caja metálica circular, lata de galletas, con semillas, una caja de cartón de zapatillas con hilos, cordones y cuentas de vidrio, como las que usaron los invasores para comprarse la ingenuidad de nuestros antepasados. Cuadernos con notas y escritos. Monitos de cerámica y luego una impresora Canon G 3100. Al extremo izquierdo o al fono al sur, pegado al muro que separa el taller del dormitorio del lado, hay una repisa con cuadernos, croqueras y libretas de varios tamaños, unos en blanco y la mayoría dibujados y escritos con años de contenido.
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