Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
109 desdibujada de un sol al filo del descenso y ceñirse a la pena y melancolía de un atardecer plomizo y borrascoso. Hemos de escoger si las nubes seguirán escoltando la tormenta, o bien, si añadirán color a nuestro cielo. El día de hoy no sé qué sentir. Me siento en la antedicha disyuntiva más que nunca. Mi burbuja se ha materializado y ahora no puedo salir de casa. Me cuestiono una y otra vez si, cuando se levante el confinamiento, querré salir o seguiré recluido como lo he estado buena parte de mi vida, abstraído en el odio y la vergüenza a mí mismo. Me pregunto si alguien hará lo que yo en esos momentos en los que nos volvemos unos meditabundos sin remisión. Escucho música y recreo en mi cabeza distintos tipos de escenarios paisajísticos y eventos tan surrealistas y psicodélicos como sea posible. A veces imagino que voy caminando por la playa, arropado contra esa ventolina que hiela hasta los huesos, aguardando el cese de la fulguración dorada del sol, sin darme cuenta de que el tiempo se ha suspendido. Otras veces imagino que he emprendido un trepidante y desesperado viaje por la carretera a la hora del más romántico candilazo, de esos que parecen una travesía a los confines del universo, persiguiendo la dicha de sentir en frenesí. Alguna que otra vez, imagino que el cerúleo oscuro del cielo me da sueño. Cierro los ojos apenas el contorno del sol toca el horizonte, y unos instantes después, así como el sol se ha escondido, yo también he desaparecido.
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