Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia

104 obra emblemática de la Historia del Arte o con un amor que no veía hace tiempo. Pero cuando llegué al lugar me topé con un impresionante muro invisible que era infranqueable: un aura poderosa rodeaba toda la Plaza haciéndome imposible acceder a ella. Me quedé entonces parado al borde de la vereda sur, donde está el Teatro de la Universidad de Chile, observando sobrecogido el sitio sagrado de una conquista social e histórica que se fraguó subrepticiamente durante décadas y que se plasmó simbólicamente en esa Plaza a partir del 18 de Octubre. Fue estremecedor sentir la poderosa carga del lugar, con ese monumento tapizado por un cúmulo de capas de rayados, volantes, cordeles, cintas, trapos y hasta peluches, mientras en su cresta flameaba leve una ajada bandera mapuche. Como la comuna aledaña de Santiago seguía en cuarentena, el sector estaba casi desierto: pasaba uno que otro vehículo y muy pocas personas. Luego como de veinte minutos de recogimiento volví a mi casa sintiendo dentro de mí el peso de la carga depositada en ese sitio. 4. LOS ENTIERROS. Durante este tiempo han sido impresionantes y tétricas las imágenes que transmiten los medios sobre los efectos devastadores de la pandemia. Sin embargo, dentro de todas ellas existen unas que me calaron en lo más profundo: la fosa común en esa isla de Nueva York y los cientos de fosas en línea cavadas en una región de Brasil. Recuerdo que cuando las vi sentí un impacto tremendo, como una convulsión violenta que me noqueó: me quedé sin piso. Ver esas imágenes tan nítidas, casi en vivo, transmitidas cenitalmente desde un dron, en las que decenas de sujetos anónimos vestidos como astronautas acomodaban los ataúdes básicos, fabricados en serie, uno al lado del otro y unos sobre otros, mientras otros tantos esperaban su turno para ser sepultados sin ningún ceremonial ni la presencia de deudos, fue desgarrador. Reconozco que esas imágenes penetraron en mi debilidad más honda: fue demasiado impactante sentir que se manipulaban objetos más que cuerpos, que ya no existía identidad. En ese momento pensé en lo que me pasaría si en uno de esos ataúdes hubiese estado un ser muy querido mío. 5. EL CREPITAR DE LOS GARBANZOS. Hace unas semanas atrás preparé unos garbanzos, los que para cocinar precisan de un remojo previo por algunas horas. Mientras ello ocurría me afané en unas pinturas que estoy haciendo en el taller que está cerca de la cocina. De pronto, en medio de mis labores, escucho un leve y extraño ruido que se repite de modo irregular y sin interrupción. Puse atención y traté de adivinar de qué se trataba, pero no encontré explicación. Luego, por lo débil y persistente del sonido imaginé que quizás era un ratón. Cuando salí del taller me di cuenta que el ruido provenía de la cocina, lo que acentuó mi convencimiento de que era un roedor, más todavía cuando al ingresar advertí que procedía del interior de la olla donde

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