Esos grandes detalles: 92 relatos escritos durante la pandemia
103 1. EL DECANTAMIENTO. Para una persona privilegiada como yo, un empleado público que recibe religiosamente su sueldo cada mes, que cuenta con un espacio protegido, cómodo y calefaccionado para vivir y trabajar en pleno tiempo de pandemia y reclusión, es casi natural la introspección y el poder observar con detenimiento el pulso de las cosas que transcurren. Sí, en estos meses me ha impresionado cómo esta calamidad sanitaria me ha permitido ver con nitidez los astros y las variadas texturas del paisaje que me rodea, gracias al aire que se ha vuelto transparente, respirable; como también me ha hecho posible escuchar el silencio o advertir especies de pájaros que pensé hace tiempo se habían extinguido. Sin embargo, esta tensa quietud dejó al descubierto con descaro la crudeza de la profunda desigualdad e injusticia: esos lastres tremendos que son una constante que hiede y duele. 2. LOS QUEHACERES. Siempre me han llamado la atención las faenas domésticas como el aseo, la cocina, el ordenar, el jardín, las reparaciones menores, el tejido y el remendar, porque a pesar de ser actividades que en general se realizan mecánicamente, por obligación, cuando se hacen conscientes conectan directamente con el cuerpo, con los sentidos, estableciendo un orden interior, un bienestar que permite relacionarse en armonía con el entorno y con las personas. Siento que los quehaceres domésticos son un cable a tierra fundamental. Precisamente en estos días varios me han señalado que le han dedicado mucho tiempo a algunas de estas tareas, hablándome de ellas largo rato, ensalzando sus prácticas como algo relevante de este periodo y endosándoles una comunicación con lo más esencial, como que recién, gracias a estas cuarentenas, han descubierto el sentido meditativo que poseen. Esto me trajo a la memoria la imagen de mi abuela Martuca, a quien siendo niño observaba con inmenso placer cuando se afanada en labores de repostería silbando como los dioses, como en estado de júbilo, durante el transcurso del quehacer. Cuando pienso en esto me da tristeza que este descubrimiento, tan necesario y básico para el bienestar profundo de las personas, volverá a convertirse en una rutina mecánica y que, en algunos casos, será delegada a otros que se dedican remuneradamente a ejercer estos oficios. 3. ELAURA. La primera vez que se levantó la cuarentena en la comuna de Providencia, mi impulso inicial fue ir hasta la Plaza de la Dignidad, como el movimiento social la nominó a partir del estallido de octubre del año pasado. Mi idea era llegar hasta allí, aproximarme hasta el plinto que sostiene el monumento de Baquedano y tocarlo. Durante el trayecto sentía que el corazón me palpitaba excitado, como si me fuera a encontrar con una El crepitar de los garbanzos enrique matthey Artista visual y profesor de la U. de Chile
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