Reescrituras y contraescrituras de la escena de avanzada

82 discurso retenía algunos rasgos característicos de la vanguardia y en todo lo que esto implicaba en términos de ruptura fundacional y progra- mación de lo nuevo. Pero a la vez me parece que el asunto es más complicado, precisamen- te porque la Avanzada trazó varios gestos a la vez no necesariamente convergentes entre sí. Pienso que las estéticas más descentradas de aquellos años –Leppe, Eltit, etc.–, que son qui- zás las que sigo considerando más brillantes, planteaban claramente una crítica al sujeto mo- derno de la racionalidad plena y transparente. Eran prácticas que trabajaban con residuos de imaginarios social y sexualmente desintegra- dos, que trabajaban más con la “desidentidad” que con la “identidad” y que, en ese sentido, no contaban con ningún vicio modernizador. Re- cordemos que en Leppe o en Eltit operaba el vértigo de las desconexiones, las escisiones del yo que estalla en múltiples pulsiones esquizoi- des, el margen como línea de fuga que aspira a lo vagabundo. No son pocas las prácticas que, desde esa perspectiva, hicieron que nos encon- tráramos con un sujeto fragmentario, paródico o deconstructivo, que sintomatizaba el fracaso de los meta-significados y de las grandes ma- trices de identificación colectiva que delineaba la Historia según la matriz de la modernidad. Estas prácticas de la Avanzada me parecieron siempre más posmodernas, que modernizantes. No desconsideres que a diferencia de lo que ocurría en el resto de América Latina, en Chile no fueron las ciencias sociales sino el arte –y fundamentalmente el arte de la Avanzada – el que fue capaz de llevar adelante una crítica a las categorías de la racionalidad moderna, a los pro- cesos mismos de esa racionalidad del desarrollo y del progreso. Y esto desde su misma exalta- ción del corte, de la discontinuidad, del neo- “Por las dudas, no lo discutamos ahora”, 2007

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