Reescrituras y contraescrituras de la escena de avanzada
227 Reescrituras y contraescrituras de la Escena de Avanzada el trabajo de Diamela como el mío, menospre- ciando además todo deseo de explorar a través de lo femenino una otredad que se fugara sim- bólicamente del modelo de identidad masculi- no-dominante consagrado como universalidad por la filosofía. Mi distancia con Raúl Zurita se debía en parte a la connotación patriarcal de su encarnación divina del Verbo. Por la razón inversa, se explica mi cercanía con Diamela y Lotty, integrantes del CADA en aquellos años, que movilizaban el significante “mujer” como fuerza de transgresión social y artística de las marcaciones de poder graficadas no en el cielo (Zurita) sino que en el pavimento (Rosenfeld) y los muros de la ciudad (Eltit). Estas coinci- dencias de género entre las tres explican, desde ya, que hayamos organizado juntas una expo- sición documental de mujeres artistas chilenas en Vancouver (Canadá) en 1987, “Arte, mujeres y periferia”: la primera exposición de mujeres realizadas desde Chile que resaltaba las estra- tagemas creativas de lo femenino (usado como “concepto-metáfora”), para sortear los límites de la opresión y la censura impuestas en Améri- ca Latina por una triple fuerza de desposesión: dictatorial, colonial y patriarcal. Otro filósofo que deambula por los meandros de la Avanza- da, era Patricio Marchant: un filósofo singular y relevante que se atrevió a escribir “Sobre el uso de ciertas palabras” que gira en torno al deseo homosexual con motivo de la performance “La Pieta” de Leppe y Dávila (1983). Pero en Mar- chant, la sublimación psicoanalítica de la Ma- dre como refugio arcaico –contra la perversión simbólica que emana de “continente negro” de la femineidad– le hacía vivir atemorizadamente el feminismo por el peligro, entre otras razones, que lo latente del teatro del inconsciente (y su interioridad subjetiva) se desplazara hacia una … “Es una cuestión de poder la que me parece delimitar la situa- ción de M&I. Hay ciertamente materiales en ella que apuntan a una exploración diferenciada de su propia situación y de los vec- tores político-intelectuales que la definen. Pero creo que, en cuanto a poder, también hay cosas que quedan bajo la solapa, cosas que, sin ser dichas, son ejecutadas y que conciernen a la trabazón que este discurso, ya como crítica ya como historia, tiene con su objeto propio: inciden ellas en el poder que ese discurso ejerce para sus- citar a dicho objeto. Ya no es éste solamente el cariz de un discurso que se propone como margen con respecto al poder instituido, sino del poder fáctico con que ese dis- curso marginal aglutina a las obras a que se aboca y descifra en ellas su perfil programático, un poder sin el cual no podría organizarse como crítica ni como historia. Se tra- taría, pues, en general, de un po- der-de-discurso que, tramándose a partir de los puntos de articulación entre lo que se dice y lo que se ve –con innegable rigor–, empero no los ha interrogado con suficiencia, esto es, no ha inquirido por lo que en ellos, que como tales puntos de articulación son puntos dichos , o decibles , es definitivamente inar- ticulable, tan esquivo a la palabra como acaso a la visión.” Pablo Oyarzún, Márgenes e Institucio- nes , Santiago, Metales Pesados, 2004, pp. 161-166.
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