Reescrituras y contraescrituras de la escena de avanzada

20 el cuerpo como simulacro cosmético y parodia de identidades que burla el binarismo sexual de las identificaciones de género (Carlos Leppe, Juan Dávila), permitió que una gestualidad no codificada por el discurso público hiciera aflorar ciertos estratos de significación reprimida que accedieron así, somáticamente, a una fluyente superficie de lectura carnal. La constelación de obras de la Escena de Aavanzada no sólo pretendió resimbolizar lo social fuera de las coordenadas represivas que lo encadenaban, sino, también, reintensificar el deseo individual y colectivo abriendo líneas de fuga en los bloques de identidad y conducta normadas. La elección del cuerpo y de la ciudad como materiales artísticamente desobedientes pretendió asignarles un valor de auto-modelaje crítico a zonas de la cotidianeidad social que la dictadura había querido convertir en escenarios de autocensura y microrepresión. El intenso trabajo de reconceptualización artística que llevó a cabo la Escena de Avan- zada en su desmontaje retórico-discursivo de las ideologías culturales del poder, usó proce- dimientos (de recorte y montaje: de collage) que parecían sacados del elenco de las técnicas postmodernistas. Estas técnicas del fragmento y del ensamblaje nos hablan, desfasadamente, de los procesos de transferencia cultural y de las cadenas de traducción de signos que carac- terizan a la experiencia latinoamericana de una cultura periférica, con sus discontinuidades de contextos entre el original metropolitano y sus reciclajes locales. Pero estos procedimientos – cortantes– de la cita usados por la Escena de Avanzada nos hablan también, y sobre todo, de la violencia de los desencajes entre arte y políti- ca que se produjeron en torno a las fracturas de Introducción a “Márgenes e Instituciones”, 1986 “La existencia de un tipo de es- critura como el de la Escena de Avanzada fue un esfuerzo en cierto sentido trágico, porque se fundió y se consumió en su propio deseo, insistió en existir a pesar de las condiciones externas a ella. A veces pienso que, al modo de la Antígona de Anouihl, podría haber estado diciendo: “Yo es- toy aquí para otra cosa que para comprender. Yo estoy aquí para deciros no y para morir”. Tal vez el gesto de esa escritura haya sido un gesto de señalar la ausencia de todo cuanto habría hecho posi- ble su existencia. Tal vez esta sea una de sus paradójicas relaciones con la realidad social de este país en los últimos años, y tal vez por eso sus propuestas muchas veces hayan incluido como presupuesto la propia exclusión”. Adriana Valdés, Márgenes e Institucio- nes , Santiago, Metales Pesados, 2007, p. 190.

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