Reescrituras y contraescrituras de la escena de avanzada

192 utilidad sus apuestas de sentido, me parecía que hubiese sido de mayor utilidad, “ a treinta años del golpe ”, preguntarse por los disensos artísticos y crítico-intelectuales en torno a la Avanzada que la seguían manteniendo vigente como vec- tor de conflicto político-intelectual. Es también cierto que nuestra polémica incluía desacuerdos míos con algunos postulados de Willy como, por ejemplo, su universalización del emblema de la Vanguardia sacado de la modernidad in- ternacional que, por lo mismo, no logra dar cuenta de los desajustes locales que accidentan la genealogía de la historia del término. Para mí, la conformación abigarrada de la Escena de Avanzada, sus descentramientos heteróclitos de lenguas, estilos y géneros, se escapan de la línea recta de la simple “modernización” en cuyo desarrollo histórico se la incluye generalmente. Además, me separa de Willy su planteamiento de que una macro-categoría erigida en totalidad absoluta (la Dictadura o el Mercado) se com- porta siempre de modo infalible y que no es da- ble pensar, entonces, que sus irregularidades o disfuncionamientos abren huecos, en su interior o en sus bordes, para que la crítica ensaye recur- sos micro-políticos de oposición y resistencia allí donde falla parcialmente la sistematicidad del sistema. Estos contrapuntos de opinión son parte de mis discusiones regulares con Willy, y ambos somos capaces de procesarlos como des- acuerdos teóricos. Lo más perturbador para mí fue lo taxativo de su texto “El Golpe como con- sumación de la vanguardia”: la sentencia conde- natoria que afirmaba, sin vuelta atrás, que des- pués del Golpe, no hay rupturismo estético posible, de que no existía chance crítica de “sig- nificar” algo distinto a lo ya consumado por la dictadura y que, por lo mismo, la escena pos- tvanguardista de la Avanzada estaba, de por sí, condenada a la “insignificancia”. Por supuesto Conversación entre Diego Parra y Nelly Richard, 2019

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