Reescrituras y contraescrituras de la escena de avanzada

140 Nadie leyó lo que estaba realmente en juego en esta comparecencia fotográfica de Chile en la Bienal de París: la decisión de confiarle al re- gistro documental la misión de que el acontecer fugaz de las performances e intervenciones ur- banas pudiese contar con una duración que vol- viera repetible, una y otra vez, su “aquí-ahora” para que ese “aquí-ahora” no quedara sepultado en un pasado no rastreable. Al conceptualiza- se expositivamente como “registro” en la Bienal de París de 1982, la Escena de Avanzada daba cuenta de su capacidad autorreflexiva para me- ditar sobre los dilemas de la temporalidad, es decir, sobre la necesidad de grabar una memoria de la reproducción que fuese pensada como in- tercalación y desfase entre privación (la falta de permanencia; la caducidad del tiempo) y reite- ración-multiplicación : el suplemento de duración contenido en la huella que asegura la iterabili- dad de lo grabado, potencializando así la reins- cripción de la cita temporal en el devenir de in- agotables transcursos de significación 5 . Mirada retrospectivamente, la comparecencia de Chile en 1982 en la Bienal de París mediante el re- gistro fotográfico de sus acciones de arte puso en escena –anticipatoriamente– un discurso so- bre la “traza”, es decir, sobre la memoria como trance entre lo que desaparece y lo que reaparece . Este discurso alegórico de lo faltante que mar- ca el trauma dictadura-postdictadura, nos sirvió después para evidenciar cómo el discurso oficial 5 El registro técnico de acciones de arte grabadas en pasado-pre- sente y presente-pasado contiene una promesa de futuro que se cumple a través de las sucesivas desinscripciones y reinscripciones de las huellas que mantienen viva la temporalidad sedimentada en ella. Aun sin tener cómo prever el culto archivista que iba a perseguir obsesivamente sus restos, podría decirse que la Escena de Avan- zada se volvió con los años “memorable” desde su conceptualiza- ción del archivo, es decir, desde su elaboración de una semántica y una dramática del registro , que cobra cada vez más vigencia en los debates críticos sobre la reactivación del pasado. “La mujer artista chilena ha debido operar todas sus potencialidades creativas y el efecto más tangi- ble ha sido la construcción o, al menos, el intento consciente por construir su propio imaginario y, desde ahí, un imaginario colectivo. En la búsqueda de su identidad, ha surgido la fuerte noción de di- ferencia: diferencia tanto con lo masculino, como con los sistemas artísticos metropolitanos. Así la diferencia pasa por su constitución étnica de mestizaje como instancia de recuperación territorial y psíqui- ca. Las obras de las artistas que comparecen en la exposición Mu- jer, arte y periferia han realizado el recorrido antes señalado y exigen un espectador/interlocutor atento a su recorrido y al reconocimiento de su especificidad que corres- ponde a una forma inaugural de desacato, tanto del autoritarismo social y político como de su inser- ción subordinada. Estas obras, en- tonces, muestran el tejido de una intrahistoria en la cual se verifica un viaje desde el sinsentido al sen- tido propio”. Diamela Eltit, Catálogo A rte, mujer y periferia , Vancouver, Women in Focus , 1987, p. 6. Archivos de arte chileno, memoria y resistencia crítica, 2007

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