Reescrituras y contraescrituras de la escena de avanzada

122 cosa, y quizá sea necesario por ello tratar de comprender el malestar que la palabra misma provoca en nuestros días. Nelly Richard : La denominación de Avanzada, como todas las palabras, carga con los valores de uso que, asociados al nombre, se refieren a los contextos en los que sucesivamente inter- vino esta denominación para suscitar distintos efectos de posicionamiento crítico. La Avanza- da, junto con el rótulo que decreta su emergen- cia (¡sin que nadie haya estado nunca seguro de que se tratara de un nombre adecuado o, mejor dicho, aunque todos sospecháramos de que en verdad no lo era!), lleva a cuesta una suma de emplazamientos y desplazamientos que tiene al menos el mérito de haber generado varios in- tervalos de distancia y rebote entre lo consuma- do de lo que realmente transcurrió (pasado) y lo que podría todavía llegar a ocurrir (futuro) bajo el impulso de las nuevas lecturas que sacarán de ella potencialidades inexploradas. Creo que en los ochenta, “Escena de Avanzada” se refería, para mal o para bien, al conjunto de prácticas (obras y textos) que recoge el libro Márgenes e Instituciones . Luego, en la polémica que se abre con el texto de W. Thayer, “Escena de Avanza- da” pasa a confundirse con el libro mismo que es criticado como su manifiesto. Me parece que hoy, “Escena de Avanzada” es un referente historiográfico y, al mismo tiempo, el nudo de nuevas preguntas sobre el “poder del arte” que, a diferencia de lo que ocurría en los textos de los ochenta, adoptan un rumbo más bien filo- sófico-estético en varias publicaciones recien- tes entre las que, además de los libros recientes de Willy Thayer, Federico Galende o Rodrigo Zúñiga, incluyo tu propio trabajo que incursio- na muy finamente en las zonas de entremedio de la problemática en torno a la Avanzada. Mo- Arte, crítica y política. 2013 “Se percibe en los textos de la Es- cena de Avanzada –como hay que explicar constantemente cuando el público no es de iniciados– un peculiar gesto crispado, excedido, límite, que hace exigencias muy fuertes al lector (y también al es- pectador de las obras). … Otro síntoma es el de la beligerancia de los textos, que a mi ver remeda inconscientemente la violencia de la situación en que son producidos. Están en ellos, latentes, las metá- foras guerreras y territoriales, más bien geopolíticas, de defensa de espacios nacionales reducidos, y un cierto autoritarismo, que no sé cuánto dependa de los textos mis- mos y cuánto de la falta de capaci- dad de recepción y de reacción de un medio bastante pobre. La políti- ca de inclusiones y exclusiones de obras y de personas en esos años da testimonio de una fijación con esos espacios nacionales reduci- dos, y con el ejercicio de un poder simbólico en ellos. Tales espacios terminaron por volverse asfixian- tes: los actores de la Escena de Avanzada fueron abandonándola uno por uno, en las más diversas direcciones”. Adriana Valdés, “Simpatías y diferen- cias” en Revista de Crítica Cultural Nº 28, pp. 40-41.

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