Reescrituras y contraescrituras de la escena de avanzada

108 Arte, crítica y política. 2013 obras procesuales y relacionales (obras no estáticas sino que en curso y en situación ) cuya apertura y fugacidad de los signos le hacían el quite –des- de lo vivo del cuerpo, la biografía o la ciudad– a la clausura de lo finito y lo definitivo del tiempo muerto que consagra la eternidad de los cuadros de museos. La contemporaneidad del gesto ar- tístico de la Avanzada radicó en la urgencia de que las obras actuaran sus significados en una cadena de interferencias vivas entre lo artísti- co, lo social y lo político mediante algún tipo de performatividad crítica del aquí-ahora (en el caso de las performances, las acciones de arte y las intervenciones urbanas como las del CADA) que las vengara –activistamente– del drama de la impotencia frente a la derrota de la historia en el que quería sumergirlas la omnipotencia de la dictadura. Que todo esto sea hoy pura historio- grafía y museografía no debe hacernos olvidar que, en dichos tiempos, marcaba dramática- mente las obras esa tensión riesgosa entre una temporalidad rota y las narrativas-en-proceso que debían rearticular sus fragmentos parchados en un presente en desarme. La historicidad del arte de la Avanzada tuvo que ver con ese tiempo cortado, seccionado: un tiempo sin ilación que, paradójicamente, el boom internacional de los archivos periféricos capitalizado por los museos metropolitanos trata hoy de reinsertar a la fuer- za en genealogías documentales que lo amarren a otras secuencias conocidas (por ejemplo, “Tu- cumán arde”) que, desde mi punto de vista, le restan excepcionalidad a la contingencia trau- mática del neovanguardismo de la Avanzada. El presente del capitalismo tecno-cultural se ha tornado plano y liviano, “superficial”, cuando se lo mira desde las reverberaciones mediáticas de imágenes que se desvanecen al ritmo de su paso efímero por una deslocalizadora visualidad

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