Cuerpos de la memoria: sobre los monumentos a Schneider y Allende
60 Estas obras son las de Luis Montes Becker, Pablo Rivera y Luis Montes Rojas, quienes retomando imágenes, relatos y acontecimientos históricos logran generar dispositivos estéticos que rompan el régimen de simulación y de falsa similitud con que las prácticas neoliberales chilenas enfrentan aquello que amenaza su eficacia semiótica. Para hacer más explícita esta afirmación analizaré de modo general y resumido las obras de estos autores con el objetivo de esbozar un modelo de trabajo con la historia que se manifieste resistente al poder integrativo del capitalismo actual. La primera de ellas se titula “Incomunicación” (1982) y es de Luis Montes Becker, obra que está compuesta por tres cabezas amordazadas fabricadas en aluminio fundido. En términos temáticos los cuerpos figurativos aluden de forma directa a las tecnologías de tortura que en el régimen militar fueron aplicadas para cegar y enmudecer a los detenidos. Lo interesante de la propuesta es que a través de una retórica sintética y ocupando materiales que permanecen en el tiempo, Montes Becker logra generar una imagen perdurable de las violencias que dieron origen al Chile contemporáneo. De esta manera, el artista, nos propone pensar el espacio artístico contemporáneo como lugar de memoria y territorio de emplazamientos de nuevos monumentos. La segunda obra es de Pablo Rivera y se titula “Morandé 80” (2008), consiste en la fabricación de la puerta por donde sacaron el cadáver de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 y su traslado y emplazamiento en el edificio de la cancillería del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela. Para comprender la complejidad crítica de la obra hay que saber que la puerta fue clausurada bajo el mandato de Augusto Pinochet y reabierta bajo el gobierno del Presidente Ricardo Lagos. La consistencia histórica de ambos performativos es cuestionada por Rivera al enfatizar el carácter ilocalizable de este objeto y de la misma figura de Salvador Allende en el contexto nacional. En efecto, al replicar la puerta que clausura Augusto Pinochet y abre Ricardo Lagos y al situarla en territorio extranjero el artista nos advierte que los significados de nuestra historicidad después del golpe solo pueden ser recuperados si abordamos críticamente su identidad anamórfica, es decir, si logramos deconstruir los procesos de repetición, desplazamiento y desfiguración a los cuales ha sido sometida nuestra memoria política. Mauricio Bravo
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