Cuerpos de la memoria: sobre los monumentos a Schneider y Allende
47 Allende. Contrariamente, las promueven, masifican e intensifican, creando mercados cognitivos y emprendimientos culturales que plusvalorizan el golpe de Estado, la dictadura militar, la desaparición y la tortura, mientras, en una espeluznante lógica de reciprocidad, ascienden y se sitúan en posición de equivalencia moral los discursos contrarios a los derechos humanos. Desde una perspectiva anamórfica, el ascenso de neoliberalismo en Chile no ha supuesto la irrupción de un mundo distinto, sino, más bien, ha consistido en la resignificación o el desdoblamiento paródico de todos los modelos societales que le preexistieron. Este aspecto, por una parte, viene a desmitificar las narrativas contemporáneas que celebran las virtudes creativas e innovadoras de las economías avanzadas y, por otra, nos muestra que el capitalismo no requiere inventar nada para perpetuar su orden económico en el tiempo: solo necesita saber qué dimensiones de la historia, la memoria y el patrimonio cultural y político son susceptibles de ser integradas a sus lógicas de intercambio. En un ámbito escultórico, los monumentos a René Schneider y Salvador Allende manifiestan de variados anamorfismos que pueden leerse en sus relaciones con los elementos urbanos circundantes. Construido en la intersección de las avenidas Américo Vespucio y presidente Kennedy, el monumento a Schneider se ve aislado dentro de lo que se ha convertido en un nodo central para la logística metropolitana contemporánea. La plazuela y el espejo de agua que rodean y ensalzan la escultura llaman al recogimiento, pero el monumento es prácticamente inalcanzable para el peatón común, pues está fuera del trayecto de quienes se desplazan a pie o en bicicleta por el amable bandejón central de la avenida Vespucio. Extraviado en medio de una rotonda que concentra uno de los mayores flujos vehiculares en el barrio alto santiaguino, el monumento a Schneider es en la actualidad una versión deformada del santuario republicano que pretendió ser al momento de su construcción. El monumento a Salvador Allende, por su parte, es el fruto mismo de una operación anamórfica de parte del poder que, si bien lo localiza en la Plaza de la Ciudadanía Máquinas estéticas, deseo y anamorfosis en la sociedad neoliberal
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