Cuerpos de la memoria: sobre los monumentos a Schneider y Allende
34 controversial y, finalmente, su realización fue posible en virtud de ciertos acuerdos políticos entre el gobierno y partidos de la oposición. En la imposibilidad de una memoria común, se negocia cómo recordar , lo que opera como una forma de olvido, el protocolo de una memoria aplazada. El historiador Pablo Aravena sostiene que: “La operación histórica no comienza mientras no se formule una ‘pregunta’ sobre el presente, que exige a su vez una ‘explicación’ del tipo que se considera más apropiada para representar el devenir pasado: una explicación narrativa” 8 . Una “memoria” pactada viene a colmar precisamente la ausencia de esa pregunta sobre el presente, un tiempo este último que parece sostenerse sobre una naturalizada discontinuidad con el pasado. Es importante señalar que desde un comienzo existió la idea de que el monumento debía ser de carácter figurativo, explícitamente dedicado al individuo Salvador Allende. Esto no se relaciona sólo con el respeto que incluso representantes de la derecha expresaron a la persona de Allende en el marco de la tramitación del monumento, sino también con la necesidad de dejar “entre paréntesis” la discusión acerca del período del gobierno de la Unidad Popular y, por lo tanto, también respecto al golpe de Estado. Son temas sobre los cuales no existe consenso ciudadano hasta el día de hoy. Esto explica el hecho de que la discusión acerca de las características propiamente formales y estéticas de la obra –a diferencia de lo que sucedió con el monumento a Schneider– permanecieran en un absoluto segundo plano. ¿En qué sentido entonces resulta verosímil afirmar que en la erección de este monumento existe una relevancia del pasado por sobre el futuro? 8 Aravena, Pablo: “Por qué no la historia”, en: Pasado sin futuro. Teoría de la historia y crítica de la cultura, Valparaíso, Editorial Escaparate, 2019, p. 57. Sergio Rojas
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