Cuerpos de la memoria: sobre los monumentos a Schneider y Allende

27 partir de esto, podría decirse que la historia –como ciencia y como relato– atiende especialmente a las interrupciones, se afana metódicamente en hacer emerger cursos materiales de significación allí donde la escala cotidiana de percepción y comprensión no ve otra cosa que fisura, ausencia de sentido y discontinuidad, en suma, facticidad insubordinada. La creencia en la historia implica, pues, la remisión a un orden de sentido que trasciende el régimen de lo cotidiano donde la desnuda y ruidosa materialidad de los acontecimientos –entre la cercanía de lo doméstico y la sorpresa de lo que puramente acontece– cubre el horizonte. La historia nos dice que no estamos solos en el tiempo . Pienso que esto es justamente lo que se ha ido transformando en las últimas décadas. Paul Ricoeur llamaba la atención sobre el hecho de que la historia se ocupa de un tiempo en el que todos están muertos . Entre el silencio y la deuda, esta “imagen” es en sí misma abrumadora. En cierto sentido, el último acontecimiento en Chile capaz de “partir en dos” el curso del tiempo fue el golpe militar de 1973. Se abre allí un “período” que aún no se cierra o más bien una discusión que no ha llegado a emerger, aunque aparentemente al individualismo neoliberal, combinando escepticismo y emprendimiento, le resultaría del todo ajena la idea de un juicio de la historia y hasta de pasado histórico. Entonces el presente es vivido ahora conforme a un pathos del ocaso, un tiempo que habría llegado a su fin, pero como siendo a la vez un fin que no termina de acabarse. De aquí entonces la necesidad de cerrar el pasado. ¿Cuándo comienza “nuestro” pasado y hasta dónde llega? Si en general lo que consideramos como un tiempo históricamente pasado se define por el hecho de que sus protagonistas ahora están muertos, entonces el problema desde el que surge la “historia del tiempo presente” consiste en la necesidad de comprender y narrar el tiempo de los vivos como un pasado-presente, un pasado que permanece aún abierto. Porque el pasado que llega hasta las orillas del presente, cargando a éste de memoria, no se refiere simplemente a “los muertos de otro tiempo” (aunque sus muertes parecen distanciarse del presente con cada día que pasa). La historia trabaja en resolver ese tiempo pasado como período para poder así comprenderlo como historia del presente ; es decir, comprenderlo en el relato de una serie de acontecimientos en los que los vivos puedan reconocer sus Monumentos a Schneider y a Allende: hitos en la tempestad del tiempo

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