Escultura y contingencia 1959-1973
82 y monumental. No obstante, en la escultura chilena de los años 1960, este hacer artístico se manifiesta mediante poéticas diseminadas que develan el agrietamiento del mundo y su recomposición desde la escultura como un hacer cuerpo con el mundo . Derrumbe del americanismo, pervivencia del materialismo En Chile, las obras escultóricas de los 1960 y 1970 no poseen la precisión conceptual, la limpieza formal ni la escala de sus símiles norteamericanas, mostrando además en menor grado una expansión espacial. Más bien, se ahondan en la configuración de una estética acéfala que parece negar todo principio de unidad y todo aspecto estructural. Al componerse en su mayoría de cuerpos caídos, espacialidades desordenadas o caóticas, figuraciones fragmentadas e inconclusas y al ser hechas con materiales fungibles, tironeadas por giros proto performativos y lanzadas en el espacio expositivo a modo de cachivaches tirados en el suelo, es evidente que desbordan un marco de análisis de características molares. Aquellas obras, más que expandir el campo, lo diseminan y lo disuelven en una infinidad de micro espacialidades imposibles o complejas de categorizar o clasificar. Como lo señalé anteriormente, estas propuestas escultóricas responden a la caída, el derrumbe, el desplome, la desarticulación, el desarme, el aplastamiento del paradigma americanista en escultura. Insisto y enfatizo tanto las imágenes de lo caído porque considero que impregnan las obras posteriores de un cierto tenor trágico. Con esto no quiero decir que la producción que va del 1965 al 1973 esté marcada por un sesgo pesimista, al menos no en el sentido de la derrota o la impotencia; todo lo contrario, con tragedia quiero aludir al proceso mediante el cual el modernismo latinoamericanista de Román, Colvin y Garafulic se disemina y al hacerlo abre un campo de posibilidades de expresión que su monumentalidad no permitía ver ni tocar. Escultura chilena de los 1960
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