Escultura y contingencia 1959-1973

108 historia nacen épocas al modo en que emergen continentes, se desencadenan procesos sociales como estalla en erupción un gigantesco volcán, aparecen grandes ideas que lo cambiarán todo como si de pronto la Tierra se saliera de su eje. Como si existir históricamente consistiera en intentar permanentemente aferrarse a una columna trizada en medio de un terremoto que no termina o subirse desesperadamente a un madero en pleno naufragio. Pero siempre existió lo que denominamos cotidianeidad , y hablando es como los seres humanos se hacen a esa cotidianeidad, donde las palabras se articulan y reúnen entre sí, lejos de la tempestad. En los relatos que narran viajes en una máquina del tiempo, el viajero se encuentra en una época pasada –toda “época” lo es– como portando el secreto de la historia por venir, desespera en ello, pero ¿qué puede hacer? No sólo sabe lo que sucederá, sino también lo que no llegará nunca a consumarse. Lo que ese imposible viajero sabe es que ese mundo en el que intrusea está sucediendo . Esto es precisamente lo que se hace inaudible a quienes habitan ese tiempo. “Si en general hay historia –escribe Rancière–, quizás sea porque los seres hablantes se hallan tomados por estas palabras que están siempre en exceso y en desfase temporal respecto a lo que serían las funciones normales de los cuerpos productivos y reproductivos. Esto hace que nunca haya orden natural o relación natural entre las palabras y las cosas, y quizás por esto hay política y no simplemente gestión de poblaciones, historia y no simplemente sociología” 12 . El habla pone a los seres humanos a resguardo de ese tiempo que está aconteciendo , la dócil disponibilidad de las palabras, la confianza en la comunicación, los entrega a un anonimato acogedor, insonorizada así la siempre amenazante contemporaneidad. La historia, entonces, no es el simple paso desde un tiempo al siguiente, sino el difícil proceso por el que se ingresa 12 Ibíd. Pág. 38 - 39. “Era nada, y era impresionante”