Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público
73 Ludwig Hilberseimer, Ciudad Vertical, Calle Longitudinal, 1924 De este modo, la arquitectura ya no tiene como punto de partida a un usuario al cual se deba responder con el diseño, sino que un conjunto de datos en donde la subjetividad se encuentra parametrizada en el mismo nivel de importancia que otros datos influyentes en la forma arquitectónica. En otras palabras, los requerimientos funcionales de los futuros usuarios del proyecto como profesión, edad, sexo, creencias religiosas o comportamientos de consumo, no son parámetros ni más ni menos importantes que los físicos como materialidad, ventilación, asoleamiento o costos de construcción: he aquí la confusión transgénica entre lo humano y lo in-humano del ejercicio parametrizador. Este mismo modelo, transportado desde el nivel micro de la proyectación arquitectónica al nivel macro del modelamiento urbano establece que, para las teorías de la complejidad que visualizan la ciudad como paisaje de datos, ya no existen usuarios o sujetos primordiales a los cuales deba responder el diseño, sino flujos de bienes, información o personas que se encuentran en constante tránsito y que, en tanto parámetros, tienen el mismo nivel de jerarquía entre sí. Por eso, ya no es posible establecer la diferencia entre la carne y la piedra puesto que ambas constituyen meras manifestaciones exteriores de un cúmulo de informaciones territoriales que, en su combinación, no alcanzan a cristalizar complejos sólidos y estables que puedan, a su vez, asegurar la permanencia de las subjetividades. José Solís
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