Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público

71 Abandonado al arbitrio de la manipulación virtual de su información de base, el cuerpo prepara su obsolescencia. Bajo la cifra de esta condición post-orgánica ¿qué podríamos decir respecto a un posible correlato en lo urbano y arquitectónico? Nietzsche nos decía en relación a la condición trágica del drama: ‘actuar uno como si realmente hubiese penetrado en otro cuerpo, en otro carácter’. Pues bien, la reducción genética de la corporalidad permite la igualación de todos los cuerpos a la misma información, haciendo estallar el principium individuationis que separa un humano del otro y, más aún, en la manipulación transgénica, borrar las rígidas distancias naturales entre los organismos vivientes. Esta líquida y permanente transfiguración de uno en otro que el habitar trágico cifra para la manipulación genética, también adquiere un tenor análogo en la compresión arquitectónica y urbana de la ciudad contemporánea. El esperado resultado que el Movimiento Moderno trazó para las metrópolis cuidadosamente planificadas, lejos de adquirir el carácter de un sistema continuo de objetos enlazados en la calculada coincidencia entre forma y función, se ha tornado la más delirante proliferación de artefactos y servicios, cada uno luchando por su sobrevivencia en el mercado. La complejidad y la contradicción visual y funcional celebrada por Robert Venturi o la congestión urbana elevada a nivel de ejemplo por Rem Koolhaas, denotan claramente la mutación trágica de la metrópolis convertida en naturaleza: en medio de la obsesión modernista por el diseño total de las relaciones funcionales que tejen el cotidiano, ha emergido la confusión tempestuosa de un crecimiento urbano imposible ya de controlar y de dirigir. Impotentes ante la fuerza especulativa y fatal del mercado inmobiliario, la arquitectura y el urbanismo contemporáneo han tenido que adoptar nuevos marcos de comprensión para los desconcertantes fenómenos de la ciudad actual. Si el modelo del habitar clásico propio de la arquitectura moderna fue siempre la metáfora productivista de la máquina agenciada de partes y piezas, el modelo para la arquitectura y el urbanismo en la era del habitar trágico, son la cibernética, la teoría de sistemas y la flamante episteme que pretende englobar a las anteriores: la teoría del caos. Todos estos marcos teóricos asumen el carácter indeclinablemente José Solís

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