Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público
53 18 Diamela Eltit,“Lástima que seas una rota”, Catálogo: Rota: sobre la obra de Juan Domingo Dávila. Galería Gabriela Mistral. Noviembre 1996. 19 Los programas radiales de los años sesenta y setenta tuvieron la virtud de construir un tejido de referencias sobre lo popular que ayudó a ingresar su existencia a los problemas de la ciudad, pero al mismo tiempo sirvió de modelo de estigmatización. Muchos programas radiales (“lo que cuenta el viento”,“espejito”,“los ofensores”, “radio tanda”, etc.) establecieron lazos entre los distintos aspectos de esta cultura y las figuras de la modernización, asimismo facilitaron reconocimientos con la misma pertinencia que consagraron estereotipos. 20 El Melodrama: ”No te vayas, mi amor, que es inmoral llorar a solas”, en Herman Herlinghaus: Narraciones Anacrónicas de la Modernidad. Editorial Cuarto Propio, Santiago, octubre 2002. Págs. 105-124. Presentado a nivel gráfico como tramposo, ocioso, engañador, ladino, el roto- pueblo es desactivado políticamente, aunque marca el límite de las clases, las formas de las clases, el riesgo de las clases’. 18 Al igual que en toda América Latina en Chile, el cine, la televisión y la radio 19 van a ser artífices claves de un reconocimiento melodramático de lo popular, donde la fatalidad y el orden natural son los dispositivos de lectura. El barrio, el chisme, el sacrificio, la redención o la paradoja de un sujeto (racional) atado a un destino (mítico) indican la obligación del pobre de sufrir -como ha dicho con tanta claridad Carlos Monsivais 20 - y del rico de engañarse con la felicidad de los bienes. En la actualidad, por su parte, el relato sobre lo popular toma formas extremas en la histeria urbana, la violencia narco-pandillera y el sexo apurado. En el cine, por ejemplo, desde las tendencias sociológicas de Largo viaje (1967) hasta el costumbrismo de mercado de Machuca (2006), lo popular ha sido leído como residuo periférico, redención populista, cita folclórica o ensayo social que intenta descifrar el rizoma identitario del pueblo en la triple condición de gracia, chiste y dolor. La concentración espacial de los pobres en Santiago va adquiriendo una organicidad en los años sesenta y setenta gracias a las concepciones intervencionistas , donde el Estado define y norma la ubicación simbólica de los sujetos, clasifica y distribuye la riqueza, reprime y abre la sociedad con diversos planes urbanísticos para aceptar y regular el crecimiento anárquico de Santiago. En la década siguiente, estas orientaciones terminaron por ‘acelerar los efectos de desintegración social de la ciudad en el periodo Carlos Ossa
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