Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público
277 llenos de sentido en el descubrimiento súbito de lo que me aventuro a llamar... (nuevamente) una sincronía, cuyo fondo y legibilidad parece que siempre permanece oculto en las calles que le propiciaron’ . Quisiéramos modificar su aserto y reemplazar la palabra calles por derroteros, para tener entonces que se dan las condiciones de un encuentro y podríamos entonces leer la última frase del párrafo que citamos, modificada de este modo: ‘ ... una sincronía, cuyo fondo y legibilidad parece que siempre permanece oculto en los derroteros que le propiciaron. ’ ¿Cuál ha sido el cambio? Se nos preguntará, y el cambio, ha permitido desplazar al objeto desde la calle a una construcción que realza al sujeto, al dueño de la ruta si se pudiera decir; quien, planificadamente o no, puede de este modo sacar provecho de los encuentros que la calle propicia y que se van ordenando en la ya vieja condición del Azar objetivo , un método que parece conservar hasta hoy toda su potencia. Este azar que sin duda está enraizado en el simbolismo del siglo diecinueve, despuntando junto a lo que sería la segunda modernidad que emergía entonces, fue luego ampliamente productivo en la sistematización realizada en el siglo veinte entre las vanguardias, muy radical y definitivamente en el año diecisiete, con el desplazamiento con que Duchamp puso de espaldas al Porcelain Flat Back Urinal victoriano, comprado por él, con algunas complicidades, en la casa J. L. Mott Iron Works de Nueva York, transformando así, al ya famoso mingitorio en Fuente por un simple giro hacia atrás de noventa grados. Su acto alteraba su función, simplemente quitándosela y haciéndolo de ese modo pasar, de objeto de porcelana industrial que era, a escultura, cargándola además de una mordiente ironía respecto a la industria escultórica francesa que ya había llenado nuestros parques y ciudades con sus objetos simbólicos, celebratorios y decorativos. Siete años más tarde, el primer manifiesto del surrealismo, daba su lugar al azar como un instrumento programático posible, es así como la dupla Eluard y Bretón, en la entrada del Diccionario abreviado del surrealismo señalan estas tres acepciones: Hugo Rivera
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