Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público
Estéticas de la Intemperie 260 espíritu , mientras el resto del barrio reposaba en lo que imagino como una bruma a medio descomponer. Varias páginas adelante aparecen y se repiten una y otro vez la rue de Crimée, rue Manin, rue Fessart y rue Bolívar, al parecer deambulaban en círculo, está última calle es una línea de baja como una tenaza y envuelve la rue des Solitaires –todavía ignorada en el texto- por abajo del metro Jordain, cuyas escaleras recuerdo penetran largamente en la profundidad del cerro como una mima azulejada y fría. Por el este la bloquea la rue de Crimée y la pequeña calle de los solitarios, como un intersticio se deja envolver innominada o tal vez continúa escondiéndose entre centenares de signos que se intentan traducir esa vieja excursión surrealista de 1926. En la quinta línea de la página 171, aparece la rue de La Villette. Calle desde la que quedó fijada para siempre la mirada de Georges Rouault hacia los reverberos a gas de la rue des Solitaires, había nacido en un sótano cercano... al fondo había una chimenea que ya no existe. Pero al parecer todo sigue ocurriendo en otro lugar. El encuentro de rue Botzaris, rue de La Villette y rue de Crimée, a sólo unos cuantos metros, puede ser el polo de gravedad de algo que desconozco, pues el mapa se ha desplazado nuevamente hacia arriba (el texto cruzó frente a la calle sin reparar en ella). Aragón habla de algo así como una cadáver palpitante que desenreda su cabellera sobre el mundo, el último manojo, y es el fantasma incierto donde las libertades se refugian, a lo mejor todo se trata de eso. Luego de una larga confusión de palabras, en la página 195 se deja ver una lista de asilos, escuelas comunales (la férrea estructura de un edificio público por la noche se vuelve una pesada e inútil masa sin interior, a ratos inquietante y que parece estar ahí sólo para adornar una caminata). Rue Barbanegre 7, rue D’Allemagne 87 E (...), rue de Jordain 5, rue de Palestine 1 (esa calle flanquea la iglesia de Jean Baptiste por el lado derecho; hay una escuela de ladrillo rojo que encajonó mi llegada expectante. En la esquina, al llegar había un bar donde todos vociferaban en una familiaridad incomprensible para mí. Desde ahí no se veía el río, ni nada, el lugar podía perfectamente estar enquistado en otra ciudad. Toda la realidad quedaba reducida así a un encuadre que contiene
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=