Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público

25 Es aquí donde viene en nuestra ayuda la figura de Dioniso , una divinidad asociada a la noche y lo crepuscular natural, lo ctónico. ‘¿Quién es Dioniso? El hijo del éxtasis y del temor, de la furia desatada y de la liberación más dulce, el dios loco cuya aparición provoca el frenesí de los hombres, que ya en su concepción y nacimiento anuncia el carácter misterioso y paradójico de su naturaleza. Fue hijo de Zeus y de una mortal. Pero, antes de que ella lo trajera al mundo, ardió en el fulgor provocado por el divino esposo. (...) El padre no dejó que el hijo pereciera. Frescas ramas de hiedra lo protegieron del calor que abrasó a la madre. Y él mismo ocupó su puesto. Acogió al retoño, aún inmaduro, en su cuerpo, y cuando se cumplió el número de lunas, lo trajo al mundo’. 16 Dioniso incluye en sí este carácter de cruce ligado a los lugares de quiasma entre vida y muerte, entre libertad y entrega, entre terror y éxtasis. ‘El dionisismo, contrariamente a los misterios, no se sitúa junto a la religión cívica para prolongarla; expresa el reconocimiento oficial por parte de la ciudad de una religión que, en muchos aspectos, escapa a la propia ciudad, la contradice y la supera. Instala en el centro de la vida pública comportamientos religiosos que, bajo una forma alusiva, simbólica o abierta, presenta rasgos de excentricidad. (...) Su papel no consiste en confirmar y confortar, sacralizándolo, el orden humano y social. Dionisos pone en entredicho este orden; lo hace estallar revelando con su presencia otro aspecto de lo sagrado, ya no regular, estable y definido, sino extraño, inasible y desconcertante. Único dios griego dotado de maya, de magia, está más allá de todas las formas, escapa a todas las definiciones, reviste todos los aspectos sin dejarse encerrar en ninguno. (...) Ubicuo, no está nunca allí donde está, sino que se halla siempre presente a la vez aquí, en otro lado y en ninguna parte. (...) en él y por él se reúnen lo masculino y lo femenino, con los que está emparentado; el cielo y la tierra, que une cuando surge; (...) lo joven y lo viejo, lo salvaje y lo civilizado, lo lejano y lo próximo, el más allá y este mundo. Más aún, Dioniso anula la distancia que separa a los dioses de los hombres y a los hombres de las bestias’. 17 16 Otto, W.F. Op. Cit. Pág 54. 17 Vernant, J.P. Mito y Religión en la Grecia Antigua. Ed. Ariel. España, 2001. Págs. 69-70. Mario Sobarzo

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