Archivo: diálogos iniciales

29 de “su herida”, aquella que las ha condenado a la muerte social. Vuelven para que nuevamente alguien las vea morir. Parece ser que lo que los autores nos quieren decir es que dichas imágenes se rescatan, a manera de una exhumación, para que notemos que existieron, pero sobre todo, para que notemos el momento en que empezaron, en la instantánea que los congela, a dejar de existir. Con respecto a este tema, el crítico y curador de artes visuales Justo Pastor Mellado introduce la noción de “artes de la excavación”, haciéndola coincidir con lo que él llama la segunda “transferencia dura” de información técnica y conceptual, representada por la obra de Eugenio Dittborn entre 1976 y 1982. La primera de estas grandes transferencias estaría representada por lo que el crítico denomina “artes de la huella” inaugurada con la obra pictórica de José Balmes hacia 1965. Las “artes de la huella” representarían un pensamiento y práctica pictórica en la que se privilegia la mancha, el signo y el gesto plástico. En cambio, en las “artes de la excavación” lo que se privilegia es el empleo y desplazamiento (traspaso a otros soportes a través de técnicas intermedias como la “fotoserigrafía”, la fotocopia, etc.) de imágenes y referentes fotográficos recolectados, encontrados en fuentes diversas, comúnmente documentos y archivos en desuso. La “excavación” aludida implicaría el gesto de búsqueda y encuentro de estos referentes por la vanguardia plástica del momento, cuestión que se vincula política y socialmente a Germán González interior de dos viejas chimeneas pertenecientes a un horno de cal abandonado en la localidad de Lonquén. En el mes de noviembre de 1978, estos hechos conocidos parcialmente por sus familiares, fueron recién descubiertos ante la justicia y la opinión pública del país a través de la denuncia de vecinos del lugar, los cuales descubrieron los restos de los cadáveres, y por el registro fotográfico de Luis Navarro, fotoperiodista que trabajaba en medios de prensa disidentes de la época y además colaboraba con instituciones vinculadas a derechos humanos, como la Vicaría de la Solidaridad dependiente del arzobispado de la ciudad de Santiago, organismo del cual dependieron diversas comisiones que investigaron dichos acontecimientos. Un testimonio registrado en “La ciudad de los fotógrafos” expresa en pocas y sensibles palabras la asociación posible entre la fotografía y la historia social del país, como tema central desarrollado en el documental. Estas palabras pertenecen a Ana González, madre de uno de los campesinos detenidos-desaparecidos de Isla de Maipo: “No tener foto de la familia, es como no pertenecer a la historia de la humanidad”. Ver: Moreno, Sebastián. (2006). “La ciudad de los fotógrafos”. Documental, CORFO Gobierno de Chile - Jan Vrijman Fund.

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