Archivo: diálogos iniciales

21 recuperadas por Dittborn-, se trastocan en diversas construcciones de sentido y diferentes discursos sobre el pasado histórico. A partir de esta diversidad de discursos el archivo ya no es el lugar donde podríamos encontrar la verdad, sino en el que también podríamos extraviarla. En esta acción, el individuo, sobre todo el que se identifica con los sectores más pobres, frágiles y dependientes, se somete sin aparente redención a la cámara, que inmediata y automáticamente lo distribuye como imagen en los distintos nichos sociales, particularmente aquellos más estigmatizados o marginados. Se convierten en objetos, en materia inmutable y convencional para las miradas que los confirman en su estado, en su nivel, en su condición de espectáculo para aquellos que los explotan (deportistas) o los buscan (delincuentes). Lihn, insistiendo en su dialéctica de identidad/identificación (metáfora que deviene en código), pasa revista a sus consecuencias más destacables en el montaje de Dittborn. Es así que se remarca el papel del deportista (boxeador por ejemplo) representado y a la vez normalizado por la fotografía, identificable como el símbolo de la competencia, del éxito que compensa los millones de fracasos reales, un capital político muy estimado por las fuerzas y los intereses que se sirven de él. A su vez, la imagen del delincuente, perdido y desamparado en la convención de su imagen criminal, deviene útil a la empresa del poder represor, que como hoy, excusándose en la doctrina de la seguridad -y paz- ciudadana, lo aprovecha como material de propaganda para justificar sus políticas de orden y vigilancia. Para finalizar, Lihn sintetiza su reflexión en torno a “Final de Pista” remarcando, una vez más, el código de interpretación de la fotografía (identidad v/s identificación) que comparte con Dittborn: Germán González La represión de la identidad en la identificación, son las fuentes de sufrimiento del cuerpo dañado. La Máquina de fotodibujar de Dittborn

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