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117 según sus propias leyes materiales y su lucha contra la gravedad, se aparece en la manía que Dioniso invita a disfrutar con él. 12 Es por ello que los bares no pueden reducirse a la experiencia segura de la unidad mediada por la amistad en el pensamiento y la experiencia comunes que Giannini enfatiza. Esto sólo representa una dimensión tardía del templo, 13 algo como lo que sucede con las iglesias que los conquistadores levantaron sobre los (templos) de los aborígenes en América Latina. La experiencia del éxtasis es anterior y de naturaleza más profunda. Clava sus raíces en lo infernal del exceso al que se marcha con plena conciencia y eleva sus ramas hacia la experiencia sublime del horror de la pérdida de sí. Frente al racionalismo del autocuidado y del nada en exceso, ella expresa la imagen del esclavo que desea huir de la miseria material y existencial de su vida. Al igual que el dios bifronte que expresa en él la unidad de las contradicciones, este hogar (el bar) en el que habita la potencia generadora y destructora de la divinidad imbrica experiencias que no sólo apelan a un tiempo pleno, completo de sí mismo, sino también a esa ausencia de tiempo, que en la amnesia del alcohol en exceso, hace perder las referencias. Pero, existe un segundo componente de esta condición de los bares, su dimensión real, aquella de la cosa en sí, que se niega a ser reducida a cualquier caracterización lingüística, formal o representacional. Y no son los bares que el capitalismo convierte en objetos de diseño y donde la moda de la farándula va a encontrar su reconocimiento eugenésico, sino aquellos que resisten a pesar de todo, a pesar de sí. Son los bares en que anónimos sujetos populares van a gastar sus codos en los mesones. Espacios sin Mario Sobarzo 12. Marcel Detienne ha enfatizado los contornos de esta manía. La imagen terrible del rito báquico que se vive en Tebas y la moderada de los banquetes que se realiza en Atenas. Dioniso enseña las normas de la buena con- vivencia, pero lo hace luego de moderar a Akratos, el vino puro que es fuego en el corazón y también en los juramentos, en los altares. Para estos vínculos, véase: Detienne, M. “Dioniso a Cielo Abierto. Los mitos del dios griego del desenfreno”. Ed. Gedisa. España, 2003. Especialmente el capítulo I nventar el vino y advenimientos lejanos . 13. Podemos arriesgar una tesis que no alcanzamos a desarrollar. Si el templo ( templum ) es la dimensión espacial de lo sagrado, mientras el tiempo primordial ( tempus ) lo es de su estabilidad, entonces, el diferente énfasis entre el antro en que se veneraba a Dioniso y la iglesia cristiana, es también el cambio entre el nomadismo y su temporalidad móvil y cambiante y la eternidad del Paraíso. Para el sentido de los términos tempus y templum , véase: Eliade, M. “Lo Sagrado y Lo Profano”. Ed. Labor. Colombia, 1996.
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