Poéticas de la intemperie

84 Poéticas de la intemperie esa mancha, piel de calle pigmentada, pequeños objetos abandonados como pedazos de memoria ilegible, los trazos de un punzón afilado como proyección del cuerpo: Ahí la ciudad está en sordina. Se trata del diálogo, a veces y pocas veces, experimentado con un pequeño fragmento quebrado y ruina de alguna historia sin referentes. Cada uno el reservorio de su propio tiempo. Las huellas de una escritura, la incisión dejada en la superficie de la ciudad producto de una intención o casualidad es demasiado insignificante para construir una Historia. Es sólo el dato inútil de una vida de la cual nunca tendremos noticias. Sin embargo siempre será la marca o indicio de una complejidad suprimida por el cotidiano que siempre se muestra esquiva y que en definitiva , trazo a trazo son rastros de cuerpo como hedor rincones de calle los sábados al amanecer, y de cuando en cuando una mancha de sangre imposible de borrar. Hay un lugar arrasado y reconstruido, borrado y pintado luego de una bomba que le estalló accidentalmente antes de tiempo al joven Mauricio Morales en mayo de 2009. Quedó destrozado muy cerca de la Escuela de Gendarmería de Santiago. Sebastián Robles recorre el lugar cuando ya ha sido borrado, registra fotográficamente lo que era un muro amarillento y que ahora es blanco con algunas leyendas y papeles rasgados. Coteja los documentos fotográficos de esa noche con las vistas cotidianas que realiza el 2012. En los momentos iniciales del proyecto, cuando se trataba de caminar, registrar aún no se sabe qué, se encuentra una noche en el barrio de Av. Matta volviendo de alguna reunión con amigos, recuerda que por ahí cerca había sucedido todo, y decide pasar por ahí sin saber muy bien por qué. Aparentemente nada indica que ahí pudo acontecer algo que destrozó de tal modo las certezas cotidianas de la calle Ventura Lavalle, probablemente sólo recordado por los vecinos, algunas memorias políticas y obviamente la judicial. Sin embargo, los muros intensamente blancos de la Escuela de Gendarmería, los potentes focos apuntando a la calle, las cámaras de vigilancia, la violenta intensidad de ese vacío vigilado delataban exactamente lo contrario, en la silenciosa violencia del vacío que demanda al cuerpo ausente se expone ese nudo de malestar, deseo y dolor que se inscribió dejando sus trazas de carne en el lugar. La

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