Poéticas de la intemperie

76 Poéticas de la intemperie ¿Qué sería decible de las cajas con huesos apiladas en estantes con fechas y sin nombre guardadas tras otras ventanas? ¿Qué podría significar enumerar cada astilla y trozo impregnado de miedo y desamparo? ¿Enumerar cada cosa que es muda sólo porque no tiene nombre y no tiene palabra? Cada uno fragmento quebrado sin referente… ¿Es posible enumerar cada dolor uno junto al otro y sin relato posible contando los fragmentos sepultados dentro de una caja? Desde hace años veo desvaneciéndose siempre y cada vez en la página 77, mil veces impresa de un ejemplar del libro “Calle y acontecimiento”, el registro de la fotocopia de la fotografía de la acción que realizó Hernán Parada el 9 de octubre de 1980 levantando un cartel que dice “proposición desde el arte”, luego contabiliza y conmemora “el cumplimiento de los 10.000 días de existencia de cualquier persona” (su hermano detenido desaparecido). Hasta hoy no sé si habrá terminado la implacable suma cotidiana de números y sílabas voceados en espacios y habitaciones que ya han perdido toda posibilidad de resonancia. Cualquier día no habrá nadie para seguir contando ni anotando las cifras de la desaparición en la triste pizarra del artista del hambre. Su imagen es fotocopia, y fotocopia es máscara, papel y tóner quemado que funde cada rostro en una masa indistinta donde cada nombre es una mancha. ¿Cuántas fotocopias de rostros, cada una y cada vez más una mancha, se han impreso y diseminado y traspapelado en las calles? Hay cajas de huesos, cajas sin un nombre. Astillas y fragmentos rasgados de fotocopias fragmentadas e impresas durante más de cuarenta años, una partir de la otra, esparcidas y fundiéndose inadvertidamente ya en la indistinta masa de residuos de esta ciudad.

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